Diario de Valladolid
Aula de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid

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Es crucial que Castilla y León avance, en el tiempo y en el espacio. Y para ello es esencial ir despejando del debate político los días de la marmota que abarrotan el calendario y los tiempos. Por fortuna en la jornada de ayer se despejó uno de esos días, el día de la marmota de las facultades de medicina de León y Burgos. Vemos ahora que la marmota está en el tejado de los rectores de León y Burgos. Y sus ciudades esperan con anhelo que en 2026 estrenen nuevas aulas de las que saldrán nuevos médicos. De esos que tanto escasean en hospitales como el de Medina del Campo o el del Bierzo. De esos que tantos hay, aunque nunca sobran, en hospitales como el de Salamanca o los de Valladolid. Una facultad de Medicina no garantiza nada, pero ayuda. Al menos se abrirá la posibilidad de que nuestros estudiantes, los mejor preparados del país, puedan elegir estudiar en casa, en vez de tener que marcharse a pagar universidades privadas, de matrícula en ocasiones inalcanzable, para dejar paso a los que les regalan la EBAU en lugares como Murcia, Extremadura o Canarias. Hay más. Pero estos son los más sangrantes y los que colocan a nuestros alumnos en una situación de desigualdad inadmisible. Esperemos que esas plazas de más que traerán León y Burgos no sirvan para seguir metiendo alumnos dopados de una EBAU de Barrio Sésamo. Curioso que sean justo estos territorios que tienen un modelo educativo entre penoso y patético los que no quieren un modelo de acceso único. Igual para todos. Y con las mismas condiciones para todos. Es para que no se les vean las costuras del sistema. Sus alumnos, en cuaquier caso, sólo son víctimas de tan inoperantes gobernantes y dirigentes educativos. Todo procede de las primeras víctimas de la Logse, como los de Cataluña, y proviene de aquella arrogancia de Zapatero: «Aceptaremos el estatut que venga de Cataluña». Coño, sí, ZP, pero que al menos sea constitucional.

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