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Esta es la definitiva. Los dos saben que se la juegan. Duelo al sol de Waterloo entre las dos principales espadas de esta siniestra Legislatura, Sánchez y Puigdemont. Esta vez cara a cara, sin intermediarios, sin emisarios. Saben que esta negociación marcará el futuro de ambos y así lo ha exigido el escapista fugado. Un duelo a muerte porque uno de los dos saldrá de este encuentro con heridas irrecuperables para su futuro político. El fugado porque sabe que, entre amnistías y congresos, es su última oportunidad de seguir enganchado al carro y a la generosa teta de la política independentista; y Sánchez porque sabe que la aprobación de unos presupuestos será su baza definitiva para agotar la Legislatura.

El problema es que la transcendencia de este último baile político ha vuelto a abrir la veda de la negociación presupuestaria situándonos ante, probablemente, la última subasta de prebendas, financiaciones singulares, concesiones, privilegios y traspasos de competencias. Como es lógico, el resto de «partidos-sanguijuela» de la coalición de Gobierno no quieren dejar pasar la oportunidad de desangrar un poco más al Estado a la sombra de este último tango en Waterloo. Los de ERC ya han dicho que si se negocia con Junts también se tiene que negociar con ellos nuevas concesiones porque, como dicen los separatistas gallegos del BNG «todos queremos más». Quizá sin saberlo el gallego Néstor Rego ha dado de lleno en la verdadera clave del proyecto político de la mal llamada mayoría social.

Sin embargo por tierras de Castilla y León la Legislatura y la vida, como diría Luis Aguilé, pasa felizmente si hay amor. Y si no lo hay también porque los recientes enfrentamientos entre los anteriores socios de Gobierno, no trastocan en absoluto la imperturbable prudencia, serenidad y moderación del Gobierno regional. Lo que no entienden bien los ciudadanos es que tienen que ver las casas de apuestas con la memoria histórica o la concordia, que ha pasado a ser discordia de una semana a otra. Cómo es posible que el resultado de una votación sobre la Ley de Concordia acabe afectando a la distancia que debe haber entre de las casas de apuestas y las escuelas. Es evidente que la confrontación política, en ocasiones, poco tiene que ver con el interés general y se centra más en la lucha de egos y pulsos personales estériles para la ciudadanía. Si tu no me apoyas a mí, yo no te apoyo a ti. Y lo del juego, la concordia y esas cosas ya vamos hablando.