La imprudencia del PP divorciado
LOS CUATRO Y EL del tambor que siguen con relativo interés la pantomima esta de la Cortes de Castilla y León tienen que estar ojipláticos al ver como la pareja de gobierno hasta hace, como quien dice, unos días se ponen a escurrir. Lleva unos días haciéndolo el portavoz de VOX, Juan García Gallardo, que cualquiera diría que no haya sido el abnegado vicepresidente de Mañueco durante dos años, y ahora no lo conoce de nada. Y en esa misma tentación, en la que el PP no había caído, derrotó el veterano procurador zamorano Óscar Reguera, que ha tenido días buenos y buenos días, pero ayer no fue uno de ellos bajo la cúpula nacarada del hemiciclo de las vanidades. Desacertado estuvo al mentar la prudencia de la que dice carece su hasta hace unos días, como quien dice, vicepresidente. Vaya siesta de dos años se ha echado el gachó en la bancada diestra. Un cachondo este Reguera. Pero cachondo de risas, no de las cuentas esas sucias donde pillaron a Igea metiendo el cuezo. Ha sido divorciarse por el método express de Abascal y descubrirse unos a otros. Y lo cierto es que si en algo ha ganado García Gallardo con la salida de la Junta es en prudencia y cierta serenidad, además de haberse despojado de ese ímpetu y vehemencia que tanto le estaba lastimando en Bambú. Ahora, por ejemplo, ya no dice activistas, que sois unos activistas, cuando alguna pieza informativa le desagrada. Ahora, muy cortes y delicado, se limita a decir “terminales mediáticas”, aunque es un poco del PSOE eso. Nadie puede negar que ha ganado en moderación. Otra cosa es la coherencia, que es eso que se pierde cuando de la noche a la mañana pasas de la bancada azul al gallinero del parlamento. Es un efecto secundario que hay que controlar y evitar que vaya a más en el paciente. PP y VOX siguen condenados a entenderse. En esta vida o en la próxima. Y tal es así que el PSOE de Tudanca ha conseguido un triunfo inconsciente haciendo lo que mejor se le da: no hacer nada.