Diario de Valladolid

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DA LA IMPRESIÓN que después de la epidemia del covid se nos haya activado un mecanismo mental que nos impulsa a visitar aquellos destinos imprescindibles, cercanos y lejanos, antes de que se nos caiga el cielo encima, como decían los galos, y se nos lleve por delante cualquier otra de las siete plagas. Son impresionantes las imágenes que evidencian la proliferación de turistas en determinados lugares de la geografía española como la playa de Las Catedrales o el río Sella, donde se ha creado una industria para que toda la familia recree el popular descenso en cualquier momento del año. También en Castilla y León se nota la llegada masiva de visitantes en determinados momentos y en ciertos lugares. Cada provincia sabe cuál es su mejor reclamo porque no hay más que mirar las colas de turistas. En Burgos el icono que proyecta una mayor atracción de visitantes es la Catedral. Sin duda alguna. Insisto en el acierto de aprovechar ese foco de seducción del turista para que no sólo graviten en torno a la Seo y se les pueda derivar a otros lugares de igual belleza. La vuelta de tuerca a ese plan de Ayuntamiento y Diputación ha sido escuchar a las peticiones de los visitantes, que se encuentran que no hay transporte público en condiciones para ir a visitar reclamos tan atractivos como el complejo karstico de Ojo Guareña, Puentedey, Frías o cualquiera de los otros pueblos burgaleses del listado oficial de los más bonitos de España. La idea es que Burgos sea el punto de partida de autobuses chárter que lleven a los turistas a conocer estos lugares con todas las facilidades y comodidades posibles. Esa, precisamente, es la clave que distingue a los destinos populares de los que son sólo aptos para mochileros y aventureros. Que nos lo pongan fácil y bonito, no hay otro secreto. Barato, también, si puede ser. En Aranda, después del patinazo con sus recelos a que les lleguen desde Burgos turistas amantes del vino, han recuperado la senda de la cordura reclamando de nuevo a Adif -lagarto, lagarto- que les ponga trenes chárter para sus eventos importantes. Por ejemplo, el Sonorama que es el festival musical más popular de la Comunidad. Los festivales son, precisamente, otro de los reclamos que muchos pueblos fomentan para atraer a visitantes y animar su vida cultural. En muchos de ellos, son los propios vecinos o los oriundos del pueblo los que montan el festival. Este fin de semana uno de esos debutaba en el apretado calendario de los festivales metaleros de Burgos. Juntaron un cartelazo de bandas, insólito para un pueblo diminuto en la N-I, pero tantas pegas se pusieron para sabotearlo que al final se tuvo que suspender para asombro del mundo del metal. Nada ha cambiando desde que Barón Rojo cantase en 1981 aquello de «Se oye comentar a las gentes del lugar: Los rockeros no son buenos». No hay día sin un nisio por la linde, como cantaron Los del Páramo.

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