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El presidente del Gobierno, Pedro SánchezBERNARDO DÍAZ

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EMPIEZA A PONER fecha Pedro Sánchez al calendario de purgas, renovaciones y otras masacres en los liderazgos autonómicos. Primero Sánchez se renovará a sí mismo sin que nadie rechiste. Y luego el resto, como las cabezas, vendrá rodado. Es lo que tiene habitar en Moncloa con un poder casi omnímodo. Nadie se libra de las iras de Sánchez, que ya asomaron por Castilla y León en el asunto de la Delegación del Gobierno, que fue un estacazo a Tudanca en los morros de quien no tenía la culpa. Tudanca dijo hace tiempo que quería seguir. Pero Óscar Puente, alter ego del gran ego del socialismo, no parecía por la labor. Y ahora ha dicho, Tudanca, que espera que los procesos congresuales les pillen «trabajando». Posibilidad tremendamente remota en su caso. Sánchez quiere cambios en los territorios en los que no las cheiran. Pero además le urgen en aquellos en los que las baronías han sido desleales en momentos puntuales. Castilla y León atesora ambas virtudes. Llevan sin cheirarlas desde hace 39 años y la escena del comité electoral de las generales de 2023, cuando los de Tudanca pensaban, como casi todo el mundo, que Sánchez iba a ser arrasado por las hordas de Feijóo y Abascal, lo tiene todavía atragantado en la memoria el tal Sánchez. Lobato, el de Madrid, otro indocumentado, también será pasado por la quilla congresual. Pero en cualquier caso, en el PSOE, como bien advierte el líder de Castilla y León, rige la democracia orgánica. Eso que llaman primarias y que cuando él arribó, hace diez años, se las organizó, provincia a provincia, Óscar López para abatir a Julio Villarrubia. Ahora Tudanca tendría que ir a pecho descubierto, contra Ferraz, Moncloa, Valladolid, León, Soria... Pero él dijo que quería seguir. Lo lógico sería someterse al veredicto de la militancia y medir el liderazgo del que carece. Pero eso tiene el riesgo de quedar a la intemperie. Y fuera del aparato hace mucho frío y pocos billetes. ELF (Empieza La Fiesta).