Diario de Valladolid

Carlos Perfecto

Hablamos de gestión, o de modelo de estado

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Los ciudadanos pedimos anticipación a los políticos y mucho me temo, que seguiremos predicando en el desierto de nuestros paramos castellanos y leoneses.

Semana tras semana, leemos titulares del “caos” organizativo y de gestión, que miles y miles de castellano y leoneses y del resto de autonomías, sufren en Chamartín.

Retrasos, imprevistos, averías, errores, improvisación, falta de comunicación, nula anticipación, es decir gestión, y a todo ello se suma la madre del cordero; obras por doquier.

El coctel perfecto para vivir un espíritu intenso como si de una yincana se tratara, y sentir los más desesperantes sudores fríos de no saber lo que ocurrirá cuando llegues a la principal estación ferroviaria de nuestra querida nación.

¿Digo nación, o el término más acertado sería, ciudad estado?

Por que es evidente que hay una gestión por parte de Renfe y Adif, muy mejorable.

Solo bastaría visualizar las imágenes de los excesivos días que conocemos, mostrados en todos los medios de comunicación, y las trasladarlas a cualquier sede empresarial del país, y veríamos si semana tras semana se repite.

¿Ustedes creen que, en la sede de Iberdrola, BBVA, Indra, Mapfre, Ferrovial, Inditex o Repsol, soportarían de forma reincidente que sus empleados vivieran lo mismo a la hora de salir o llegar a sus puestos de trabajo?

Puede que algunos lectores piensen que la comparación peca de populismo, pero lo público es de todos, y como es de todos, la gestión tiene que ser (o debería ser), mejor que cualquier escenario de lo privado.

¿Entonces, a que viene lo de la ciudad estado?

Pues, mucho me temo (y ojalá me equivoque), que aun consiguiendo una gestión más eficaz y ajustada, que no dudo que lo consigan, el problema se va a repetir y por desgracia con más intensidad y/o mayor continuidad, por que como dice mi hijo pequeño; papa, Madrid ha petado.

Hoy gobierna nuestro país el Psoe con sus diversos y antagónicos socios, y mañana seguramente el PP, pero el problema o digamos colapso estructural de Madrid seguirá presente y lo peor, es que seguirá creciendo.

El modelo de estado diseñado, promocionado y gestionado de los últimos 40 años haciendo que todo y todos tengamos que pasar por Madrid, ha colapsado.

Indicadores del problema, haberlos haylos como las meigas, y nos llevan avisando y avisando.

Bastaría con recordar lo sucedido en la pandemia, pero seguimos viendo los problemas de acceso al sistema sanitario, unos precios de alquiler que llegan al 80% del salario o en algunos casos superándolos ofreciéndonos un nuevo termino de “piso patera”, un esfuerzo económico para las familias que se hace insoportable, la red de cercanías con continuas averías, y lo que hace girar alrededor de toda una ciudad estado, un sistema radial dónde cualquier problema, incidencia, avería o improvisación, nos afecta a todos los que viajamos hacía el norte.

Madrid necesita dejar de recoger iniciativas o acciones económicas, así como futuras inversiones, por el bien del país y por la supervivencia de los territorios colindantes como Castilla y León. Y por cierto, sin que el destino de dichas inversiones sean otros territorios con acuerdos, conciertos, convenios económicos, llámalo X, más ventajosos que el resto de los mortales.

Aunque también la reflexión la podemos compartir de una forma, más diplomática sin la dureza de la realidad silenciada;

El acento y la realidad nos dice, que la fortaleza de un solo territorio es la debilidad e inviabilidad de otros muchos territorios, y si esa aportación fuera más equilibrada desde otros ámbitos geográficos, por cierto, territorios con una enorme dificultad en esa integración indispensable en el llamado equilibrio territorial, tendríamos una mayor estabilidad como sociedad, como país, y un mejor futuro para nuestros hijos.

Ni pretendo, ni estoy criticando la fortaleza económica que tiene nuestra capital de estado, o su aportación económica al conjunto del territorio nacional, por que esto sería otro debate muy diferente y mucho más desesperante.

El embudo de Madrid es cada vez más estrecho y la demanda, mayor y más insaciable.

Creo que la ecuación es sencilla y la solución, requiere valentía, coherencia con el discurso, humildad, solidaridad, trasversalidad y osadía, y todo ello de parte de nuestros representantes políticos.

Decía Cicerón; “De humanos es errar y de necios es perdurar en el error”.

En la vida hay momento para todo y creo que lo que estamos viviendo no es una señal, sino un hecho con un calado tan importante, como determinante para todos nosotros.

Se puede y se debe criticar de forma constructiva y solicitar mejoras en la gestión, pero esto ya es estructural.

Como dice un compañero de filas, podemos paliar la fiebre un tiempo pero, o curas la enfermedad, y habría que comenzar ya de forma decidida, o ni los antibióticos servirán.

Nos centramos en la fiebre y no en la causa de la enfermedad, y así nos va.

Y no se trata de las declaraciones de nuestro exalcalde como responsable del ramo, ni tampoco de la insoportable situación vivida semana a semana en Chamartín, ni del “y tú más” de los dos grandes bloques políticos ofreciéndonos como soluciones, respuestas huecas de valor y vacías de realidad, o el descaro insultante y bochornoso de ambas formaciones cuando no contestan a las preguntas, que desde la sociedad civil se les hace o desde cualquier medio de comunicación.

Por cierto, con esto último, ¿Se imaginan ustedes no contestar a sus superiores en sus respectivos puestos de trabajo, las consecuencias que tendríamos inmediatamente? Pues eso.

Se trata de un modelo de país sostenible económica y socialmente, organizado, coherente con la demanda social, eficaz con su entorno competitivo, eficiente con sus limitados recursos, identitario y orgulloso de su variada riqueza de todo tipo, y viable para enfrentarnos como nación, al futuro y a los retos, que ya nos han enviado desde hace una década Europa y el resto de los países.

O tenemos un cambio trasversal y decidido, o la improvisación de la política en general y la incertidumbre de no tener una estrategia clara en su conjunto, nos costará más que el propio cambio obligado.

«Que tus decisiones reflejen tus esperanzas, no tus temores».

Nelson Mandela

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