Diario de Valladolid

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En aquel Gamonal de los años 70 y 80, de jersey de cuello alto y botines, de pelo cortado tipo casco y parka coreana, todos fuimos un poco ‘piezas’. Quien más o quien menos hacía alguna que otra trastada por el barrio. Que si una pelea a pedradas con los del otro lado de la calle, que si soltar una lagartija en misa o saltar la valla del colegio en el recreo para ir a jugar una partida al comecocos. No es que viviéramos en el barrio del Vaquilla, pero había mucho mangante en aquellos años en los que aún nos estábamos convirtiendo en una ciudad industrial y rica. Gente corta de bienes, como diría mi padre, que a la mínima aprovechaba un descuido y te mangaba el radiocasette del coche o dos botellas de Martini del almacén del bar. A los chavales nos quitaban los diez duros de la propina cuando íbamos al cine de barrio que ponía la caja de ahorros los domingos. También había peleas y broncas, sobre todo por culpa del alcohol, pero nunca tuve la sensación de que el barrio estaba marcado por la droga aunque sí vimos a algunos espectros caminar por la calle, desechos por el consumo. Alguno ha sobrevivido. Pese a todo, no existía una gran sensación de inseguridad y uno podía tener la certeza de que ante cualquier problema, alguien -algún mayor- saldría en nuestra ayuda. Por aquel entonces no sólo se conocía todo el mundo, sino que aún existía la costumbre de meterse en la vida de los demás y enderezar a los que se torcían. Si te veía cualquier mayor haciendo una trastada, te la cargabas y lo mismo te llevabas un moquete. Y no te revolvías, porque eras consciente de que la estabas liando. Además se lo decía a tus padres, que, agradecidos, te aplicaban el correctivo correspondiente. Hoy sería insensato hacer algo así. Es más seguro mirar hacia otro lado. Porque hoy sí que se revuelven y te pueden partir la cara a la mínima. Hoy una pelea ya no son dos tortazos cruzados y lista la bronca. Hoy se pega a muerte y te dan de patadas cuando caes al suelo. Cinco contra uno. Así robaba ahora en Burgos a otros menores una bandada de jóvenes, ya se pueden imaginar de qué tipo y procedencia. El vandalismo en el Gamonal de los años 70 y 80 no existía como deporte. Hoy es olímpico, se extiende por toda la ciudad y se ha contagiado a los pueblos del alfoz durante sus fiestas veraniegas. Invertir en mobiliario urbano es destinar el dinero a hacer astillas. Más pronto o más tarde, cualquier parque infantil ha sido vandalizado. En algunos casos, el mismo día que se quitaban las vallas y se abría al público. Alguien vería a los culpables, pero es mejor no meterse en líos de tener que prestar declaración, comparecer en un juicio, etcétera, para que a los vándalos no les pase casi nada. Así las cosas solo queda una salida: endurecer muchísimo las penas por vandalismo y equipararlas, por ejemplo, a las previstas por la kale borroka. Un palo fuerte para que se les quiten las ganas de una vez por todas. Como nos pasaba en los 80.

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