Diario de Valladolid

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Algunas noticias que hemos conocido en los últimos tiempos tienen un triste y preocupante denominador común. En las últimas elecciones europeas el censo electoral se redujo en más de 30.000 personas respecto, tan sólo, a 2019. Una sangría poblacional en tiempo record que ni siquiera la llegada de inmigrantes extranjeros es capaz de compensar. También contemplábamos al inicio del verano cómo la elección de plazas MIR ha puesto en evidencia el poco atractivo que ejerce Castilla y León para los nuevos residentes llegando incluso a renunciar a plazas ya elegidas en hospitales de Castilla y León.

La perspectiva a medio plazo de nuestra evolución demográfica no es mucho mejor. Según las proyecciones del INE sobre población, Castilla y León perderá, de aquí al 2039 (no está tan lejos), más de 16.000 habitantes reduciéndose su población a 2.373.702 habitantes. Una evolución muy negativa que constituye la tercera peor proyección de población de España en apenas unos años.

Pero ¿por qué la gente no quiere vivir en Castilla y León? No se trata de un problema de ahora. Llevamos años pergeñando todo tipo de planes, mesas y comisiones contra la despoblación con escaso éxito. Ni siquiera es un problema de hace años, sino de siglos. Ya en época de Alfonso VII se ponían en práctica políticas de repoblación de la meseta castellana para evitar su desertización humana.

En aquella época pudiera haber diferentes causas pero, objetivamente, en la actualidad resulta incomprensible la dificultad que tiene Castilla y León para retener y atraer población. Castilla y León cuenta con uno de los mejores sistemas educativos de España, si no el mejor. El tamaño de sus ciudades es perfecto para ofrecer una mayor calidad de vida que las ciudades masificadas, al tiempo que ofrecen servicios públicos de mayor calidad. La vivienda y, en general, los precios son más asequibles. Tenemos mucho más seguridad que en otras ciudades más grandes. Desde el punto de vista cultural y turístico la oferta de Castilla y León es imbatible. Y cuenta con una de las mejores redes de infraestructuras, tanto de carreteras como ferroviarias, sin tráfico, sin atascos y sin apenas peajes. Objetivamente no hay razones para que la gente no quiera vivir en nuestra región. Quizá tenga que ver con, aparte de la dureza del clima, razones más subjetivas vinculadas a esa imagen, tan tópica como irreal, de una sociedad cerrada, fría y poco acogedora, tan extendida fuera y que tanto nos perjudica. Habría que hacer campañas de Castilla y León, no sólo como destino turístico, sino como destino de vida.

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