Diario de Valladolid

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El pinus sylvestris, es también conocido como pino pino albar, entre otras denominaciones científicas, pero en España se le conoce principalmente como pino Soria, aunque crezca libre por las laderas de los montes de esa provincia y la limítrofe de Burgos en el paraíso terrenal conocido como la comarca de Pinares. En esa zona de tan singular idiosincrasia se llevan explotando los recursos forestales del monte un milenio, desde que los reyes fueron concediendo las cartas de puebla a los pioneros que se asentaron en esas tierras tras serles reconquistadas a los invasores moros, para que los nuevos colonos las trabajaran en propiedad a condición de defenderlas de las razias moriscas. Y ahí siguen, como el mejor ejemplo en Europa y puede que del mundo de la comunión de un pueblo con sus recursos forestales en una simbiosis casi inexpugnable. Y digo casi porque nada ni nadie está a salvo de la soberbia impositiva de las fuerzas políticas y funcionariales plegadas a obedecer las ocurrencias de los mal llamados ecologistas. Me eché a temblar al conocer recientemente la idea propuesta por una de esas multinacionales ecologistas que no rinden cuentas a nadie de sus fines, fondos y agenda política, pero que pontifican e inventan. ¡Stop inventing! dijo Carlos Sáiz cuando Ferrari, su equipo, casi le deja en Silverstone sin su primera victoria en la Fórmula 1. Fuego amigo. Eso es lo que pensé al conocer, digo, que la franquicia española de una de esas corporaciones ecologistas propone para proteger los bosques que se reforesten después de un incendio una solución que lo único que servirá es para que se queme más masa forestal de forma intencionada. Estos avispados proponen que en lugar de repoblar con árboles autóctonos y de forma ordenada la superficie quemada, se reserven franjas de varias hectáreas para establecer terreno productivo entre mancha y mancha de árboles con la excusa de que así se crearán cortafuegos naturales que eviten la expansión de un hipotético incendio en un futuro. Es decir, que donde había sólo árboles, ahora proponen que se reserven grandes extensiones de terreno desarbolado dedicadas a la agricultura, la ganadería, la apicultura o cualquier otra tarea productiva. Pues para qué quieren más excusa los pirómanos sin escrúpulos que queman el monte para sacar tajada. Si arden 10.000 hectáreas, fácilmente saldrían al menos 3.000 para tareas productivas. Pues a quemar el monte, que hay premio. No se puede ser más insensato, porque semejante ocurrencia supera el nivel de torpeza habitual de este tipo de pseudoexpertos que no han hablado en su vida con un paisano de Pinares para que les explique como se cuida el monte. Lo que ocurre es que si a ese paisano le cuentan esta soberbia chorrada, lo mismo le mete en razón con la garrota antes de que difunda una idea tan incendiaria. Eso sí que sería prevenir incendios.

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