Preocupante el crecimiento de los delitos de odio en Castilla y León
El crecimiento desmesurado y desmedido de los delitos de odio en Castilla y León no sólo no es desalentador, sino que es seriamente preocupante, en un territorio cuya sociedad se han distinguido por la tolerancia como elemento indispensable de la convivencia. El crecimiento de casi el 80% de las denuncias triplica a la media nacional, donde esta lacra también ha subido de forma excesiva. Son datos del Ministerio del Interior. De investigaciones. No de condenas. Pero en cualquier caso es un mal síntoma. Un mal síntoma, que como cualquier enfermedad que aqueje a una sociedad, hay que atajar de raíz. Afrontarla y no mirar para otro lado. Y es tarea de todos. Pero especialmente de los ámbitos educativos y de los servicios sociales. Las Fuerzas del Orden y los juzgados tienen el cometido de luchar contra los infractores y proteger a las víctimas. Pero es a las administraciones, Junta y Estado, a quien compete atacar el problema de raíz, especialmente en la educación. Pero también compete a los políticos moderar los discursos. Porque las cosas se pueden decir y defender sin la necesidad de una beligerancia que encienda conciencias y acciones, por mucho que te lo pida tu hinchada.
Las tasa por habitante en Castilla y León está en el 4,83 delitos investigados por cada cien mil habitantes. La sexta comunidad en este vergonzante ranking. Es decir, acorde a su población. Pero es que hace un año Castilla y León estaba a la cola. Quiere decir que la enfermedad del odio contra quienes son distintos, diversos y desiguales ha crecido de una forma exagerada. Las consejerías de Familia y Educación, en colaboración con los organismo homólogos del Gobierno central, tienen que ponerse manos a la obra. Ypodrían empezar por repudiarlos y mostrar su preocupación pública por esta situación. El silencio no suele ser más que un ejercicio de cobardía en política, aunque para los necios de la política el silencio suele ser el mejor estimulante.
En días pasados hemos visto episodios de xenofobia a cuenta de la llegada de refugiados a la localidad leonesa de Villaquilambre. Xenofobia en toda regla a la vista de lo que ha aflorado en las redes y los mensajes de grupos de WhatsApp. Una cosa es la preocupación o la inquietud, que es humana y comprensible, y otra bien distinta es comportarse como verdaderos nazis. En esto también tiene mucho que ver el ejercicio de la transparencia y la lealtad institucional que incumple reiteradamente el Gobierno, que trata el asunto de reparto de inmigrantes como paquetería que hay que esconder. No estaría demás que la ministra del ramo ejerciera con algo más de honestidad de la que ha exhibido.