Bruselas, sus políticos y billetes
Cada cinco años se despliegan por las calles de nuestras ciudades y algún que otro pueblo unas señoras y unos señores que viven de la política a cuerpo de emperadores y emperatrices, con alojamiento itinerante en Bruselas. Allí se meten un billetada indecente por hacer cosas que muchas veces podían dejar sin hacer para alegría del vecino que quiere ser el alcalde, pero no tiene ni pajolera idea de quién es el eurodiputado. El eurodiputado es uno que se mete a razón de 240.000 euros al año, más vuelos a tutiplén y un hartazgo de prebendas indecentes. Sólo hay que mirar las cuentas corrientes de quienes llevan tiempo parasitando en el escaño de Bruselas. Cómo las tenían cuando llegaron y cómo han engordado con el paso del tiempo. Pues en buena medida esto es lo que conocemos por Europa y que llegada una pandemia no nos sirve ni para avisarnos de que viene un virus enfurecido. O cuando tenemos un forajido aquí es el país que se nutre de las instituciones europeas y su fábrica de burócratas el que le acoge en sangrado para que la Justicia nuestra no pueda meterle mano. La Europa de los chollos. Europa es una idea brillante que cada día perpetúa más su fracaso. La Europa que quieren los ciudadanos es la que resuelve su vida, no la que se pule nuestro IVA en instituciones inútiles y políticos vividores. La Europa de la eficacia, no la Europa de la burocracia y las decisiones insensatas que arruinan nuestra agricultura y favorecen la competencia desleal de países que producen y compiten desde el ejercicio de la esclavitud más atroz y se la suda el medio ambiente, el planeta y hasta la sanidad alimentaria. La Europa de la protección del medio ambiente y de las especies, no la que es un lobo para el hombre, y para el ganado. Escucharán a unos señores y señoras de las bondades de su Europa. Se refieren a las bondades de sus cuentas corrientes, no lo duden. Piensan en billetes; los suyos. ¡Vaya ganao!