Diario de Valladolid

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NUNCA AHORRÉ lo suficiente para pagar las cien mil pesetas que costaba la enciclopedia Espasa con su mueble de madera y sus apéndices. Entonces, algunos creíamos que casi todo estaba en sus tomos de lomo negro. Y no era para tanto. Hoy la Wikipedia se lleva la palma. Y el clic. Y dicen que tampoco es para tanto. En sus páginas y pantallazos estuvo y está la cultura en toda su dimensión. Muchas veces me he preguntado qué es cultura. Cuántas culturas existen. De qué tratan y para qué sirven. Desde niño escuché que lo importante era tener una buena cultura general. Y desde que la razón entró en mis usos vitales, la cultura ha sido la coletilla permanente la gran piedra angular, el alimento del pueblo, la razón de existir de cualquier gestión social. Todo tiene relación con la cultura. Que sería de los políticos y de sus políticas si careciesen de sus departamentos culturales. Pero lo de la cultura trasciende al estrato social. No solo es cuestión de eruditos y letrados. El padre Penagos a quien conocí en el seminario (mi primer Florilegio...), habría apuntado así: Quod natura non dat Salmantica non praestat. Lo que natura no da, Salamanca no presta. Y vive Dios que mi cuaderno de bitácora está lleno de apuntes de sabios crecidos a extramuros de las grandes casas de cultura. En mi barrio había hombres cabales, en mi pueblo labradores filósofos, marinos valientes, pastores poetas. Hubo un tiempo que en el pueblo más olvidado del mapa, sin apenas bachilleres, vivieron unas gentes que construyeron una sociedad civil rural llena de cultura. Había pintores, músicos, actores, escritores, poetas… y lo demostraban cada domingo, cada fiesta, cada estación del año, en cada acto social de cierto relieve. Posiblemente en ese espacio y tiempo de esa aldea soñada, hoy silencio y ruina, se cultivó la cultura con extraordinaria vitalidad. Prueba de ello es que aún hoy muchos mayorines nonagenarios despliegan en sus relatos y recuerdos el sabor de lo culto. Paisanos y paisanas que han hecho de la bondad y el buen juicio un modelo de actitud positiva hacia los demás. Esos son los hombres justos, cultos. Y esas mujeres, sabias contendoras de las artes nobles que en silencio tejieron sentadas a la puerta de la casa el manual de cultura que hemos leído y releído generaciones enteras. Hay quien denomina estos cuadernos de bitácora arcanos inmateriales. Mal asunto este de contar con alforjas tan grandes donde todo cabe cuando se trata de guardar y amontonar cultura. Deberíamos de establecer apartados de importancia vital. O sea, asuntos que por cuestión de raíces y herencias locales nos pertenecen. La llaman cultura popular. Hay una prueba del algodón que no falla nunca: más culto es quien más lee y es más sabio el que además camina.

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