Diario de Valladolid

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Quien nos lo iba decir. Estamos acostumbrados a la clásica imagen de las monjas abnegadas, recatadas, inocentes, caritativas y entregadas, tras el torno o la clausura, a la oración y a la elaboración de dulces y otras exquisiteces gastronómicas. Sin embargo, la revolución de Belorado nos ha mostrado la otra cara de unas religiosas dedicadas a asuntos más terrenales defendiendo con valentía sus intereses, sean estos los que sean. Por unos días las monjas de Belorado han abandonado sus huertos y sus quehaceres espirituales para centrarse en asuntos legales y patrimoniales denunciando a quien haga falta e interponiendo demandas judiciales contra todo lo que se mueve. Ojo con las monjas, que son buenas pero no tontas y están demostrando que si se cabrean no andan con medias tintas. Si hay que denunciar al arzobispo se le denuncia.

Lo cierto es que el asunto de las monjas de Belorado reúne todos los ingredientes para una película de Berlanga o una serie de Netflix. Monjas haciéndose selfies, un falso Obispo disfrazado, comunicados en las redes sociales del Convento, juristas con sotana argumentando falta de jurisdicción de la Iglesia, dimisiones en el Monasterio, acusaciones de abuso de poder y usurpación…No falta de nada. Tan sólo una productora capaz de guionizar toda la trama para lanzar a las monjas al estrellato mundial bajo la guía espiritual y no tan espiritual de su nuevo Obispo no de Roma. “Estamos en un Estado aconfesional y laico, y ninguna confesión religiosa está por encima de la Constitución” afirman los nuevos líderes espirituales, lo cual puede estar bien como argumento jurídico pero como máxima espiritual no parece la más adecuada.

En la historia de la religión la Iglesia ha vivido numerosos cismas que han influido de manera determinante en el devenir de guerras, corrientes de pensamiento, reinados, reparto de territorios, divisiones políticas, doctrinas teológicas…Entre los cismas más transcendentes destaca el llamado cisma de Oriente que dividió, allá por el siglo XI, el cristianismo entre la Iglesia Católica de Occidente y la Iglesia Ortodoxa de Oriente. Pero ninguno tan original ni pintoresco como el Cisma de Belorado y sus monjas rebeldes. Ya veremos cómo acaba pero los seguidores de la famosa serie de Netflix “la monja guerrera” esperan con ansiedad la tercera temporada que bien podría rodarse, con la ayuda de la film commission de Castilla y León en tierras burgalesas. Y encima hacemos promoción turística. Vaya con las monjas.

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