Diario de Valladolid
Javier Milei, en una imagen de archivo durante el acto de VOX.

Javier Milei, en una imagen de archivo durante el acto de VOX.Bernardo Díaz

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EL VIERNES NOCHE el ministro Óscar Puente estaba contra las cuerdas y cerca de besar la lona tras sus desvaríos sobre Milei en la Escuela de Gobierno Luis Tudanca, que será de oposición, porque lo que es gobierno ni lo ha olido. Pero amaneció el sábado y con él Milei. Y en vez de comportarse como un gobernante en su sano juicio soltó un comunicado con membrete oficial para poner a bajar de un burro a Sánchez y su Begoña. Todo de coña. Y fue entonces cuando el soldado Puente respiró aliviado y volvió a dar signos vitales en Twitter, que llevaba 16 horas con el encefalograma plano, el Twitter, no el ministro. Jugarte el ministerio más molón que hay y la carrera por ir a dar una charla a Salamanca para que te escuchen casi más sillas que asistentes y te sigan dos, exactamente dos, en streaming. Y todo no para hablar de gobierno, sino de sustancias. Cómo estará la política para que una escuela de políticos se centre en lo que consume e ingiere cada cual. No se refirió Puente a ningún producto, pero todos entendieron que decía farlopa, donde decía sustancias. Y en eso se sustanció la Escuela de Gobierno Luis Tudanca, que más parecía un episodio de Breaking Bad. Ya verás cuando les dé por montar el máster. Viene Milei a verse con Abascal. Podrían hacer una segunda jornada de tan insigne escuela e invitar a Milei para que complete la charla de Puente. Puente es un desahogado. Lo sabemos de sobra por estos lares. Pero ahora es ministro y el desvarío ese de las sustancias en la semana en la que su amado líder cósmico ha prometido dignificar la política para proteger a los políticos de los bulos y bulerías era lo menos conveniente. Porque uno tiene que empezar por limpiar su casa y hacer que cunda el ejemplo. Puente oyó silbar la bala. La que escuchas, esa no te mata, dicen los marines. Que dé gracias a Milei y sus desbarajustes. Puente reza a la Moreneta para que las catalanas no se disloquen, porque entonces no les salva ni San Pedro Regalado.

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