Episodio 6. Vaya sustos, Pedro

SUENA FRENÉTICO el teléfono en Moncloa. Ella, que no sabe nada, mira a su marido, y luego calla. Quién le escribía versos, dime quién era, quién le llamaba al teléfono por primavera. «Pedro, espabila, coge que llevas cinco días amodorrado», espeta la primera dama. «A ver, Begoña, que igual es un bulo, que no te puedes fiar ni del teléfono, de cómo están degradando la democracia». «Anda, anda, coge y déjate de dramas, que yo de aquí no me muevo, con lo a gusto que estamos». Pedro ensarta el aparato con la mano. «¿Qué tal estás, figura? Vaya vacile que te has montado», se escucha al otro lado a Mañueco. «Ya ves, Alfonso, lo que hay que sufrir para mantener el Falcon y otros chollos. Pensaban que me iba a ir. ¡Como en casa, en ningún sitio, Alfonso!». Mañueco: «Pues menudo susto les has dado a los de aquí, estaban al borde de un ataque de nervios». «Tan preocupados de que me fuera», contesta Sánchez mientras se mira al espejo y reflexiona sobre la perfección que contempla frente a sí. «No, hombre, no, Pedro. Preocupado se ha quedado Tudanca de que te quedes. Puente ha respirado aliviado, ya se veía otra vez haciendo campaña municipal contra Carnero, ahora que Javier Izquierdo ha enseñado la patita a Pedro Herrero, cuchillo de palo». Sánchez es como la canción de María Dolores Pradera: Porque estás que te vas, y te vas, y te vas... y no te has ido... Intercede al aparato: «Ya lo he dicho alto: Me quedo para regenerar como un poseso. Voy a regenerar como Prada el del Bierzo, A Tope, dentro y fuera». «O sea, que vuelves con la guadaña orgánica», responde Alfonso con tono inquieto. Y añade: «No te calientes, anda, que me desorganizas esto, a año y poco para que yo haga elecciones aquí. Bueno, te dejo, que estoy aprobando presupuestos y tu tendrás algún sainete que montar. Da recuerdos a Begoña». «Alfonso, no sabes lo enamorado que estoy... de mí mismo y mis circunstancias. Es mirarme y sucumbir». Se escucha a Pollán: «¿Votos a favor?»