Feijóo y el traje del emperador
FEIJÓO TIENE un problema y no es Ayuso. Tiene un problema de estrategia y de estrategas. Han optado por conducir al líder de los populares al sumidero de lo errático. Errática fue la investidura, no fallida. Y errático es el camino con el que pretende someter a Sánchez a un desgaste que no le hace ni cosquillas. La decisión de arroparse en sus barones autonómicos, como alegoría de un gobierno alternativo al gobierno, no sólo no va a hacer mella en el de Moncloa, sino que vive encantado con que el gallego tenga a sus más valiosos colaboradores, los presidentes autonómicos, imersos en una batalla tan improductiva como indescifrable. Esto de tenerlos de la Zeca a la Meca, es decir, del Senado al Senado, como perdices por rastrojo, va a empezar a causarles desgaste a los suyos. A no ser que lo que pretendan los estrategas de Feijóo sea compartir el desánimo entre todos. La amnistía, a efectos parlamentarios, está amortizada, tanto como tener a los barones en el púlpito de la Cámara Alta, con un discurso que de reiterado es ya letanía.
Algunos, como el gallego y el andaluz, más barones que otros, ya se han olido la tostada y han decidido empezar a pasar pantalla. Entre otras cosas porque es un festival del que sólo gana Ayuso, que absorbe todos los focos mientras el resto se desgañita a ver si arrancan algunas líneas en la prensa de Madrid, lo que antes conocíamos por medios nacionales. Es hora de dejar ese camino que lo único que puede propiciarle es algún disgusto sin reportarles mérito alguno. Es hora de que Mañueco, gran vencedor de las últimas generales y municipales en el PP, se haga el gallego, o en su defecto el andaluz, y encuentre alguna excusa para no seguir siendo partícipe de tan leal como ineficaz estrategia de los erráticos estrategas de Génova. Acabarán acabando con Feijóo por aburrimiento de su propia afición. Feijóo necesita que alguien le cuente el relato del traje invisible del emperador, aunque sea a costa de desnudarlo.