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JOSÉ ANTONIO LOBATO

Embajadores de Valladolid

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En cuanto Concha Velasco terminaba de bajar aquella escalinata en el  escenario, envuelta en la boa de plumas y cantando garbosa «¡Mamá, quiero ser artista!» , clamaba a los cuatro vientos que era la muchachita de Valladolid.  Miguel Delibes afirmaba rotundo «si un día me alejaran de Castilla no acertaría a vivir. Castilla, Valladolid, esta es mi tierra». Paco Umbral mantuvo una relación de amor y odio con Valladolid e hizo célebre su particular concepto de esta ciudad marcada por sus vivencias de la dura postguerra. En el Pregón de las Ferias  de San Mateo de 1970, no se cortó en proclamar :  «Valladolid, mi Valladolid de entonces, era una fiesta. Una fiesta triste y negra, de guerra y de luto». Sin embargo, su relación con la ciudad no era tan contradictoria, pues en muchos de sus libros estaba el Campo Grande, la Iglesia de la Antigua, el Palacio de Santa Cruz, en definitiva la evocación y el recuerdo emocional que lo ligaba para siempre a la ciudad. Amaba a Valladolid, pero se resistía a exteriorizarlo. 

El alcalde Santiago López se personó con atrevimiento en Francia para negociar con la Regie Renault la creación de una fábrica de automóviles en la capital vallisoletana y logró uno de los grandes hitos empresariales del siglo XX para la misma.  La iscariense Mariemma,  gran leyenda de la Danza Española, elige su Valladolid para fundar la Escuela de Danza Española, tras recorrer  el mundo  como bailarina, coreógrafa y maestra. Roberto Domínguez, figura del toreo, en cada lance a la verónica rubricaba una firma con uve de vallisoletano. El bailaor Vicente Escudero, artista de las vanguardias parisinas, con estatua en el Campo Grande, es un indiscutible renovador del flamenco que comenzó a bailar sobre las tapas de las alcantarillas del barrio de San Juan.   Todos estos ilustres personajes y muchos más fueron grandes embajadores de Valladolid.

¿Tiene Valladolid en 2024 lo que el marketing denomina embajadores de la marca ? Con claridad, nos faltan ahora algunos con tanta notoriedad mediática como Concha, Delibes o Umbral. Una tarea pendiente es sumar figuras de renombre que defiendan la identidad moderna de Valladolid, con todas sus actuales ventajas como territorio. «Valladolid todo lo tuvo y todo lo perdió», opinaba el maestro Umbral. Caía así en uno de los defectos que tenemos los vallisoletanos y que nos lleva a subestimar y creer escasamente en lo nuestro.  Esa corta autoestima identitaria tiene que dar un giro que convierta a cada vallisoletano en un propagandista decidido de su tierra.

Valladolid es un gran ciudad, un gran territorio, por muchas razones. En la comunicación corporativa empresarial privada, al considerar las ventajas de los embajadores de la marca, siempre se trata de implicar en la tarea común y objetivos a  todo el ejército de empleados de la compañía.  Si trasladamos la misma técnica, todos los vallisoletanos podemos y debemos tener plaza fija en la embajada de Valladolid en España, en el mundo. Es preciso que unidos reivindiquemos los grandes valores modernos de nuestra tierra.  Mi  apreciado paisano Guillermo Garabito, que bien camina hacia  embajador de la marca , escribió recientemente «Lo moderno, en Valladolid, sería reivindicar por primera vez a Valladolid, que no necesita ser moderna, si tenemos en cuenta que ya lo ha sido».

Desde CEOE venimos promoviendo la necesidad de acuñar el concepto marca Valladolid, como ya han desarrollado  con éxito otras ciudades, con valores claros  pero acaso no mayores que nuestro territorio. Se trata de casos de éxito para analizar y trasladar aquí con estrategias de marketing comparativo. Valladolid tiene que potenciar sus valores aspiracionales para que las personas deseen vivir en su entorno, especialmente la juventud.  Nuestras universidades no pueden ser una fábrica de exportación de talento.  Los jóvenes deben creer y analizar que aquí también tienen oportunidades de empleo y desarrollo de su proyecto de vida.   

En CEOE creemos igualmente que muchos de los esfuerzos deben tener como objetivo la atracción de inversiones de toda índole, que es tanto como decir que supone apostar por un mayor bienestar de la ciudadanía del territorio. Muchas de esas inversiones pueden estar relacionadas con el parque logístico y el Corredor Atlántico, una buena oportunidad de negocio para diversas compañías empresariales. La atracción de turismo es otra de las importantes apuestas a seguir consolidando. Estamos en la certeza de que quienes nos visitan perciben un Valladolid que les ha proporcionado muy gratas experiencias y  con ello,  voz a voz  se sumarán al ejército de embajadores de la marca.

Cierto es que a lo largo de la historia mucho tuvo Valladolid y mucho perdió. No era descabalada la afirmación umbraliana en el contexto de hace cuatro décadas. Pero ahora la realidad aterriza  en una ciudad moderna, grata para vivir, segura, con una gran oferta de eventos culturales y deportivos, tecnológica,  avanzada, con industrias y servicios,  tejido comercial y creadora de talento. Valladolid es mucho, es tanto que no cabe solamente en una marca.

José Antonio Lobato es Presidente de la Comisión ‘Marca Valladolid’ de CEOE