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En medio del escándalo Koldo y antes de que tengan lugar la proclamación de las candidaturas a las elecciones presidenciales rusas y norteamericanas que van a marcar el destino del mundo a lo largo de los próximos años, han tenido lugar varios hechos aparentemente inconexos pero que son manifestaciones de la divergencia ideológica en la que estamos sumidos desde hace décadas.

Por un lado, la ministra de Trabajo y Vicepresidenta del Gobierno de España ha hecho unas declaraciones que recuerdan tiempos no muy lejanos. Ha anunciado su propuesta de adelantar la hora de cierre de la hostelería ya que, a su juicio, no es razonable que en España haya restaurantes abiertos hasta la una de la madrugada por implicar un riesgo para la salud mental de los trabajadores. Ha sonado más a un bote de humo para desviar la atención del debate público sobre el fraude de ex compañeros suyos del gobierno, que a una medida creíble. El sector de la hostelería está que fuma en pipa. Y a la mayor parte de las personas a las que se les ha entrevistado les ha parecido un disparate.

Por otro lado, hace unos días, el Presidente de la República Argentina ha presentado un programa, a modo de decálogo, para resucitar a su país del clientelismo estatal. Son los siguientes: inviolabilidad de la propiedad privada; equilibrio fiscal innegociable; reducción del gasto público, en torno al 25% del Producto Bruto Interno; reforma tributaria que reduzca la presión impositiva, simplifique la vida de los argentinos y promueva el comercio; renegociación de la coparticipación federal de impuestos para terminar con el modelo actual; compromiso de las provincias de avanzar en la explotación de los recursos naturales del país; reforma laboral moderna que promueva el trabajo formal; reforma del sistema público de pensiones que le dé sustentabilidad, respete a quienes aportaron y permita, a quienes prefieran, suscribirse a un sistema privado de jubilación; reforma política estructural que modifique la infraestructura institucional y vuelva a alinear los intereses del pueblo argentino. Finalmente propone una apertura al comercio internacional, de manera que el país recupere el protagonismo que se merece en el mercado global.

Dos posicionamientos ideológicos contrapuestos que son los que marcarán la agenda política de los gobiernos occidentales. O mayor intervencionismo y presencia del Estado en la vida del ciudadano de a pie, o mayor libertad individual, económica y comercial.