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El joven soriano Iván Herrero, de Covaleda y de 18 años, muerto en 2008 en La Flora al golpearse la cabeza contra el empedrado después de que un energúmeno de 17 años muy conflictivo lo derribase de un puñetazo;  el camarero Jonatan Gómez apaleado por varios sujetos entrenados en boxeo en 2009 en la Llana de Afuera; y también en La Flora, Sergio Izquierdo, que se cruzó en el camino en 2010 de unos individuos que buscaban pelea y luego desdijeron sus vinculaciones con los grupos radicales de extrema izquierda camuflados en el mundo del fútbol. Son tres víctimas de la violencia irracional e injustificada que se ha vivido en Burgos en las zonas de ocio durante los últimos quince años.  Sergio Delgado, joven vallisoletano asesinado de un puñetazo en la cara el pasado sábado es la cuarta víctima de la misma lacra y en la misma zona de copas. Otro joven, Aitor del Álamo falleció tras ser golpeado por dos rumanos en otra zona de ocio en la misma época. Ninguna de las medidas emprendidas tras el primero de los sucesos ha salvado la vida de los posteriores y así sucesivamente. Existe un caldo de cultivo para la violencia juvenil que nadie ha sido capaz de erradicar y que se sigue cobrando víctimas. Este verano pasado otro individuo joven muy conflictivo, de origen extranjero, dejó en coma a un burgalés en las fiestas de Arcos simplemente por haber advertido a su hermana de la mala fama que arrastraba. Cuando se quedó sólo le dio una paliza. Por suerte está en la cárcel. Otros dos jóvenes golpearon y mataron a un hombre tras salir de una discoteca hace dos años. Es ésta una amenaza constante a la que se une la violencia organizada asociada al fútbol. Véase la batalla campal entre hinchas de Burgos, apoyados por colectivos de extrema izquierda abertzale también asociados al fútbol, contra otros sujetos igualmente violentos pero de signo contrario antes de un partido entre los dos equipos a los que supuestamente apoyan. Es más que habitual que los grupos radicales como el que niega pertenecer José Luis Novoa, el presunto asesino de Sergio Delgado, se desplacen a otras ciudades siguiendo al Burgos CF y que entren al campo como aficionados blanquinegros pese a las supuestas trabas que ponen los clubes a estos grupúsculos. El más conocido es la Resaca Castellana, que cuando había sido policialmente desarticulado fue rehabilitado por un juez. De aquellos lobos vienen estos cachorros. El fútbol genera violencia, es indudable, y sólo la travesía del desierto del Burgos CF por las categorías inferiores adormeció el gen criminal de esta gentuza. Pijos que juegan a ser antifascistas, como el grupillo de Novoa, u otras corrientes de tarados de la misma calaña no deben tener cabida ni en el estadio ni en la ciudad. Burgos no es un nido de radicales ni de asesinos, aunque por nuestras calles circule gentuza como estos tiparracos. Ni el Burgos ni las fuerzas del orden ni la ciudad, en lo que a cada uno nos competa, podemos darles ni el más mínimo espacio. Que se vayan de una vez.