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Koldo García y José Luis Ábalos. EP

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MIENTRAS CONTÁBAMOS ataúdes a miles, asolados de virus, Koldo, una escoria de nuestro tiempo, con la inestimable colaboración del presidente del Zamora de balompié, hacían lo propio, también a miles, con los billetes. Koldo, un vasco sin estirpe, palanganero de su muy mejor amigo el ministro de Transportes de entonces y número dos orgánico de Pedro Sánchez, un tal José Luis Ábalos, de moral disipada, se embadurnaba las manos con el especulativo negocio que llegó con la tragedia. Pandemia de mascarillas y contratos. Ábalos no sabía nada. Ábalos era el político omnipresente de la primera ‘era Sánchez’, que nunca sabía nada, ya fuera en los vuelos de Barajas o en las andanzas ministeriales de su inseparable muy mejor amigo Koldo. A Koldo lo conocimos en estos lares cuando se puso violento a l alcalde de León, José Antonio Diez. Porque Koldo, además de bribón era un tipo violento con quien incomodase al ministro Ábalos, al que Sánchez cesó contra todo pronóstico, pero indultó para la política. Seguramente el estallido de las golfadas de Koldo le apee de la plaza europea que el PSOE de Sánchez tenía reservada para él en junio, en el dos de la candidatura, justo antes de la vallisoletana Iratxe García y justo detrás de la ministra Ribera, que aspira a comisaria europea. El regidor leonés, que no se deja amilanar ni por Koldos ni por macarras, sólo pretendió recordarle a Ábalos las deudas que el ministerio tenía con su ciudad. Y allí estaba Koldo para envalentonarse por su ministro o colocar unos palés de mascarillas con mordida. Para eso encontró en Zamora a un promotor venido a empresario futbolero, Víctor de Aldama. Resulta que  Koldo hacía y deshacía en el ministerio a su antojo. A ver si el error del soterramiento de Valladolid ha sido no hablar con Koldo, ministro enmascarillado. Sánchez y Ábalos se enteraron ayer al unísono del escándalo por la prensa, como Felipe González de los GAL. Koldo, otro tragador.