Ineficacia galopante
EN ESTOS momentos críticos, la sanidad pública está en gayumbos. Por ahí corre un Tik Tok desternillante. Un enfermo llama a su centro médico y choca con una administración surrealista y en desguace: «Ha llamado usted al centro de salud de su localidad. Por favor, haga una breve descripción de lo que le pasa. Si tiene un sin vivir, pulse uno; si tiene un malestar que va y viene, pulse dos; si tiene un no sé qué en no sé dónde, pulse tres; si tiene un dolorcito unos días sí y otros no, pulse cuatro; si le molesta por aquí y luego se le va por allí, pulse cinco; si no sabe bien lo que tiene, no llame más al centro de salud, que se saturan las líneas. Gracias». Tiene huevos la huevera.
La jeta y la ineficacia son galopantes. Esto ocurre cuando en 2024 la sanidad usa los mismos criterios de gestión de hace 45 años. Así, como si España no hubiera cambiado, como si no hubiéramos sufrido una pandemia que nos diezmó, que nos ha hecho críticos, que nos he colocado al borde de la tragedia, y que nos ha enseñado algo irrefutable: que los picos gripales son cíclicos y hay que estar al quite, que los políticos dirigen las políticas sanitarias como políticos, y que las sanitarios que están al frente de la gestión sanitaria se hacen políticos en cuanto pisan moqueta y se infectan de las mismas antiguallas.
Pues no señor. Aquí hemos cambiado todos. Un médico joven siente y vive su profesión de un modo distinto, su tiempo, sus asignaciones, y sus libertades. También el enfermo, que se vacuna o no según y cómo, y que acude a la pública o la privada según cómo lo traten, convenga, y suministren confort vital. Sólo en las tiranías socialistas la medicina sigue anclada en los años 80 para dejarnos en gayumbos al igual que en la educación.