Derrapada en la Fiscalía
RAZÓN NO le falta ni le sobra, visceralidad y vehemencia, a raudales, al vicepresidente de la Junta de aquí tras la lectura del opinativo artículo de la Fiscalía de aquí, camuflado en formato auto judicial. Estalló García Gallardo, al que no le hace falta mucha mecha para entrar en ebullición en X, en Y y en Z. Y estalló con razón, pero con incontinencia. Al fiscal jefe del TSJ, Mena, Santiago, como el apóstol acaballado con espada, le asiste la libertad de expresión para expresarse como le pete. Aunque hay que mirar el ámbito en el que peta. Y en el ejercicio de la redacción de sus decisiones judiciales no es el lugar para que le pete. Una entrevista, un artículo de opinión sin necesidad de acuse de recibo y fecha de salida, una tertulia... Hasta un tuit del antiguo Twitter. Pero un acto jurídico no es el lugar idóneo para expulsar las opiniones ideológicas sobre la acción de un político, aunque no sea de los tuyos. Porque esta es la forma en la que la tan amada división de poderes se diluye en el sectarismo más oscuro. ¿Se imaginan que algo así hubiera expresado con membrete de la Administración de Justicia el presidente del TSJ, Concepción? ¡Se imaginan la jauría! Pobre yugular. La derrapada del auto de la Fiscalía es de agárrate que vienen curvas. Además ha sugerido sin complejos que si hubiera podido le hubiera hincado el diente judicial al número dos del gobierno de la Junta de aquí. A falta de pan, buenas son tortas. Y tortas opinativas se lió para mayor gloria del denunciante, Igea, que está dando más trabajo estéril a la Fiscalía que el Lute. La función del fiscal es perseguir a los malos, no dar cobijo a la primera vanidad política que asoma el hocico. Perturbado que atiendes, malo que escapa. Con lo fácil que es aplicar el Estado de Derecho, ese que nos iguala a todos, sin necesidad de meterse en zarandajas éticas y morales, normalmente de aplicación ajena, pero habitualmente de exención propia. Por cierto, Fiscalía, transparencia es libertad.