Vuelta al tajo
NO ES FÁCIL, la verdad sea dicha. Eso de volver al tajo o al trabajo, después de unas larguísimas fiestas navideñas, no lo aguantan los mortales ni los dioses. Y los poetas ni les digo. Uno tengo yo –amigo y conocidísimo– que es la pera limonera. Antoñito, eso que decía Plinio el Viejo –«nulla dies sine linea», que no pase un día sin escribir una línea–, no va conmigo. Yo soy anti tajo con el Evangelio en la mano. Mi línea fija está en los lirios y en «la hierba del campo», que refiere Mateo en 6, 30. Fíjate, tronco, cómo lucen sólo con la mano de Dios, y amamola, amamola. Todo un ejemplo.
Como yo soy de pico y azadón –una especie de estajanovista de la cuerda de San Pablo que decía que «el que no trabaja, que tampoco coma»–, pueden imaginarse que no estoy de acuerdo con la vagancia poético-evangélica de mi amigo el poeta por ser más falsa que el alma de Judas. Y mucho más cuando observo lo que, precisamente, ha pasado en estas fiestas navideñas: que el poder sanchista no ha descansado un solo día para hacer de las Navidades un blanqueo sistemático de sus políticas, mientras los demás, en mística juerga, hacen de tamborileros en el Belén, se comen las uvas con la Pedroche y con la Jenni Hermoso, o hacen de Rey Baltasar pintaditos de negro para engañar a los niños.
Que no hombre, que no, que lo mucho cansa y con lo poco basta, que la mucha fiesta es para las gatas, y la juerga infinita, como pretenden algunos políticos, es para las patrañas. Al respecto, esto es lo que nos decían los inventores de las novelas picarescas del Siglo de Oro: «Quien te hace fiestas que no te suele hacer, o te quiere engañar, o te la quiere meter». Así de brutales y de sinceros eran aquellos escritores y pensadores. Así que miren ustedes, como tarden un poco en espabilarse, y no vuelvan al tajo con tanto aguinaldo y tanta felicidad impostada, se van a encontrar con la cuesta de enero que Sánchez quiere: que su fiesta infinita sea el equivalente a una estafa en ristras. Es decir, hablamos del trabajo de la zorra que anda a grillos. Y no.
A ver, señoras y señores, y respetable público, ¿no es andar a grillos que alguien desde el Gobierno haga de zorra a todas horas, que lleve todas las Navidades y lo que nos queda de enero, queriéndonos vender la piñata navideña, acaecida en los aledaños de Ferraz, como si fuera un magnicidio horrendo, un acto de odio intolerable, y un atentado antidemocrático y de fascismo visceral? ¡Qué astracanada en vía libre! ¡Qué finura en las costuras, qué menudeo en los nudillos, qué hilado en oro fino colgado en la capa pluvial de un tirano de oficio como… como si fueran farolillos y villancicos de alhelí para el divertimento de excursionistas con trabuco en Sierra Morena!
Pero bueno, excelencias supinas y de molde enloquecido, pregunto sin ánimo de comparación: ¿cuántas efigies del Rey se han quemado hasta la fecha en la marca hispana? ¿Cuántas cabezas regias se han descuartizado en las guillotinas de cortar papel en las factorías del terrorismo vasco y en las lampisterías de los independentistas y ladrones catalanes sociedad anónima? Pues tantas como piñatas puede un niño imaginar en las fiestas de cumpleaños o en los patios de cualquier colegio tocando a rebatiña.
Ya, pero es que esta vez la piñata tiene a Sánchez como referencia, y esto, claro, es un pecado mortal. Hacerlo con el resto no importa demasiado. Ni siquiera llega a pecado venial, porque se trata de libertad de expresión, un derecho constitucional que hace de la figura del Jefe del Estado, o de la bandera nacional, la diana ideal de una caseta de ferias donde se tira al blanco a discreción. Sé todo esto de sobra, a pesar de ser un poeta que anda a diario con las musarañas desde las seis de la mañana, y a las sentencias judiciales me remito con muchísimo respeto.
Así que con este mismo respeto, esto de la piñata me parece una mamelucada oportunísima con muchísimas consecuencias perversas para una sociedad infantilizada que piensa, en primer lugar, que la paz consiste en que no haya guerras ni dentro ni fuera de nuestras fronteras. Tararí que te vi. De este conflicto entre pacistas y alertistas ya nos previno Cicerón en medio de una revuelta ideológica entre romanos que condujo a una guerra civil muy cruenta: «Si queremos gozar de la paz, debemos velar bien las armas; si deponemos las armas no tendremos jamás paz».
Y en este atolladero preciso de la paz navideña estamos, en segundo lugar. Bajo el rifirrafe de una piñata, que parece el coladero de un aforado, se nos quiere ocultar que tenemos un serio problema de paro, una fragmentación nacional, una ley de amnistía que disuelve de facto los poderes del Estado, una alarmante desigualdad entre ciudadanos, y una pobreza galopante que nos convierte a todos en deudores con una mano delante y otra detrás. Y ahí tenemos también a Feijóo enganchado a la piñata pueril de Sánchez, abriendo fruterías de lujo, y emulando con los 30 millones de roscones de Reyes con lo cara que está la fruta.
Decepcionante y explosiva situación. O vuelven de inmediato al tajo los líderes mediáticos y los ciudadanos libres –que al parecer están en unas vacaciones perpetuas como los escolares–, y se ponen desde hoy lunes 8 a trabajar y a desmontar la hipocresía a pedazos de la piñata sanchista, o Sánchez nos convierte en papiroflexia para sus barricadas bolivarianas, separatistas, y filoterroristas. Los de Hamás –admiradores de Sánchez por su valentía–, ya han dinamitado la paz navideña con este villancico explosivo que corre por diversos medios de comunicación: «Si no te gusta, pondré los explosivos entre tú y tu mujer». Fin de la fiesta y al tajo.