Diario de Valladolid
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OJALÁ que el aire se renovase en esta añada que empieza. Pues va ser que no. Buen año nos espera en materia de esos gases que forman la atmósfera y que flotan y silban por todos los rincones del planeta. Aquí, en región, ya nos silban los oídos en las granjas de patos, pavos y pollos. Como no vuelan alto. Ojo al dato que nos quedamos sin leche y sin pollo. Para otra borrasca. Este nuevo año del tercer milenio viene con un aire contaminado y sesgado por misiles de un lado y del otro.

Y sobrevuelan los drones que son kamikazes sin corazón y con cabeza explosiva. Lo que viene siendo inteligencia artificial asesina. Augurio de lo peor. Y no parece que vaya a aflojar la ventisca. Y en cuanto a los aires, vientos y brisas patrias, pues más de lo mismo. Ya saben que en este siglo la noticia viene por aire. Y en esta todavía España, en tan solo unos meses, veremos la calidad del aire y la velocidad del viento para cuando acabe el carnaval de febrerito el tocho, palabra que significa mes tosco, inculto, tonto, necio. Para qué coño consulto el diccionario. Seguimos con la canción de vientos de España. Entre otras corrientes, nos llegan de los buenos aires silbatos estridentes que albergan esperanza entre décadas de desgracia.

Llegan del país de tango, esa cabriola medida geométricamente entre dos cuerpos y que se baila con píes africanos, brazos criollos, cintura yanqui y desparpajo italoespañol; también arremete ese viento sur enloquecido que viene de debajo del peñón, con su calima que es polvo del desierto que abandonamos. Nos esperan vendavales en las urnas allá por carnaval, después del domingo Fareleiro en Xinzo de Limia, mi vieja patata.

En el país de las bruxas todas sus mascaradas están ordenadas, catalogadas y turistizadas. Ojo que eso da votos. Aquí, en región, a por uvas y eso que ya contamos –sin profundizar– con unas 150. Allá ellos.  Seguimos con las rachas que nos esperan. Vendrán vientos del noroeste con su molesta tramontana, «tramuntana» en catalá. Que hay que ir haciéndose.

Este es el viento norte más particular unido a la brisa insistente del Cantábrico de la tierra de los balleneros, de cuando el fuero de Vizcaya en tiempos de paz. En fin, que lo queramos o no, viento de cara habrá para todos y todas. Lo que hay que intentar es que no nos borre la sonrisa y que no nos ciegue con extraños polvillos. Es todo un contraste: el aire tiene esa virtud de airear como cuando madre abre las ventanas por la mañana y el viento tiene al mismo tiempo otro beneficio, que se lleva para otro lado todo lo que sobresale en exceso. Espacio aéreo despejado. Feliz aire nuevo.

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