Pávlov les desea…
QUE algo es estimulante suele ser acogido de buen grado, como algo satisfactorio, positivo. Quizá estímulo y entusiasmo se confundan, o quizá no. Su semántica no comparte genética, pero las conexiones son ebriamente evidentes.
Cada vez con mayor antelación, mucho antes de que las fechas navideñas salten al terreno de juego, la iluminación irrumpe en calles y plazas. Sí, hay que reconocerlo: salvo en contados casos, con muy poco acierto estético y simbólico. En su forma individual, y en conjuntos perpetrados con nocturnidad y alevosía, es bastante frecuente encontrarse, a quemarropa, con la comisión fosforescente de consumados delitos de lesa horterada. Sin reparar en las dimensiones, formas y ubicaciones, con desbordante y encomiable generosidad en una total falta de gusto. Puestos a buscar eximentes a tales atropellos podríamos alegar algo así como el ‘haz bien y no mires a quien’ en versión de siniestro resplandor.
Algunos espectros parpadeantes que cuelgan por encima de las calles bien pudieran utilizarse para ahuyentar a potenciales alienígenas a los que se les hubiera pasado por la cabeza darse un garbeo por el globo terrestre. Desde la ventana de mi despacho, donde ahora tecleo estas letras, veo un par de árboles a los que se les han enredado, fruto de algún baile fatuo, unas tiras de luces parpadeantes entre sus ramas. Supongo que es un intento de decodificar al pobre saúco para su próxima fotosíntesis. ¡Que alguien llame al biólogo de guardia, por Dios!
La simbología de la luz, y sus connotaciones religiosas, cristianas, han dejado paso a la estrategia comercial. Bombillas a mansalva para estimular el consumo. Previa estimulación neuronal. La respuesta: pasar por caja. ¿Con tarjeta o en efectivo?
Ni Maquiavelo, ni Sun Tzu. El director de la campaña es Pávlov. Quien, mira por donde, comparte nombre, Iván, con quien fuera director de gabinete del presidente Sánchez (la causalidad está en el nombre, no en las estrategias). Nada mejor para controlar una determinada respuesta que activar previamente su estímulo adecuado. Según lo que se busque habrá que buscar uno u otro elemento de activación. Terrenos de la biología, química, psicología… Y, digamos, fisiología social. Si tal especialidad existe, que lo dudo. Al menos con esa denominación.
Que seamos capaces de conservar la autenticidad en cada gesto, en cada apretón de manos, en cada abrazo. Que el deseo de felicidad nazca de nuestro interior. O eso o admitir que Pávlov nos desee unas felices Navidades tan estimulantes como consumistas.