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Aficionados del real Valladolid animando al equipo con sus bufandas, con los escudos viejo y nuevo. / LALIGA

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El sustantivo que titula esta columna nació tras la Constitución de Cádiz, la Pepa. Los liberales inventaron una canción dedicada a los absolutistas que la querían abolir para decirles que no les quedaba otra que tragar con las nuevas normas. La palabra arraigó y con el tiempo pasó de nombre propio a común. La Real Academia Española define el ‘trágala’ en su segunda acepción como  ‘hecho por el que se obliga a alguien a aceptar o soportar algo a la fuerza’.

El referéndum por el escudo del Real Valladolid era un trágala de manual.  

El fondo de la cacicada no es la elección de una enseña u otra. Es un tema secundario que no debe enfrentar a la afición. Cada uno tiene su preferencia y es respetable. El problema, que engloba a todos los abonados, es el desprecio de quienes los consideran mercancía de segunda a la que hay que otorgar por tanto un valor secundario.

Se vende desde el club como la ejemplificación del talante democrático realizar un referéndum cuando no había necesidad de ello, al ser el Real Valladolid una sociedad anónima. Un discurso fácil de asimilar, como las chucherías, pero de nulo valor nutricional. La consulta popular es la forma de tener callada a parte de la afición. Y esa tranquilidad de club que navega por aguas mansas cotiza para patrocinadores, socios económicos... e incluso posibles compradores. Nadie quiere adquirir un club revuelto. Y si lo compra, pide rebaja.

Resulta que la consulta popular inicial (Espinar dixit) fue consensuada por muchos estamentos del club y gente muy preparada. Ni la pregunta (’¿Ves imprescindible el cambio al escudo anterior?’), ni el sistema de mayoría (no votar es votar no y el escudo actual comenzaba las elecciones ganando 21.949 a 0, pues se trataba de descontar votos) pasan el más mínimo control democrático. Tampoco ayudaba a la transparencia el sistema de votación telemático, sin posibilidad de voto físico, y previa inscripción en el Portal Blanquivioleta.

Ahora que el club se ha dado cuenta de que sus abonados no son Paco Martínez Soria llegando a la capital con la gallina asomando por la cesta de mimbre, rectifica. ¿Cómo puede hacerlo si ha puesto a las mejores mentes pensantes de todos sus departamentos para llevar a cabo esta consulta? ¿Han demostrado los autores del engendro bananero que son muy malos y por tanto deben dimitir? 

Más bien han comprobado que la afición no es tan dócil y pastueña como pensaban, y que el ruido por la indignación ya tomaba decibelios de nivel nacional. Como esto para ellos es un negocio, pues no interesa. Deprecia el producto. Hay que abordar la patata caliente por otro flanco.

Ahora el Real Valladolid está abierto a debatir todos los puntos de la consulta popular... menos el del voto telemático. Y eso mosquea. El enfado con que Espinar se tomó mi pregunta sobre si pensaban contratar observadores informáticos neutrales, por el hecho de que las consultas mediante Internet están más abiertas al fraude que las presenciales, fue sorprendente. «La limpieza del escrutinio no tiene que probarla nadie, no se nos puede acusar de robar».

¿Por qué adoptó el dirigente el papel de acusado y no pensó que hackers pro escudo antiguo podían decantar la consulta a su favor? La transparencia en los comicios debe ser controlada de principio a fin. Y más cuando el club argumenta que no se pueden poner urnas durante un partido del Pucela por ‘problemas logísticos’. 

Falso. Hasta un club de Tercera RFEF pone urnas para que los socios elijan presidente. ¿Cuántas personas hacen falta: diez, veinte,  treinta?, junto a un listado, papel, boli y voluntad. No creo que pagarlas salga tan caro como un fichaje.