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HA LLEGADO la lluvia y, con ella, la tranquilidad en los humedales. Lo que antaño fue conflicto en Doñana, hoy se ha convertido en sonrisa institucional. Todavía no he olvidado que en los momentos de mayor incertidumbre peligraron los cultivos del Carracillo segoviano. Pero después de las lluvias volverá la tierra seca envuelta en el manto climático que al parecer se resiste a perder la razón.

Mientras, en esta región seguimos disfrutando del agua bendita. Más de trescientos humedales se mantienen en el mapa biológico del territorio de Castilla y León. El catálogo regional de zonas húmedas de interés especial sigue en activo y creciendo. Esto nos da una idea de lo importantes que somos en hábitats de interés comunitario. Sin entrar en descifrar el enorme florilegio de rasgos geológicos y ecosistemas de transición entre el medio acuático y el medio terrestre, lo cierto es que Castilla y León lidera en materia de humedales. Algo que el común desconoce y pone la misma cara de sorpresa que cuando aseguramos que el territorio de la Comunidad es el de mayor riqueza forestal de todo el estado español.

Sí, me refiero a que tenemos más árboles que nadie. Humedales y bosques son el activo con mayor futuro. No quiero entrar en las siempre polémicas y controvertidas políticas medioambientales que van y vienen de la Europa sostenible. Pero sí debemos aprovechar el humedal como ecosistema que juega un factor trascendental en el reservorio de especies de plantas y como lugar de descanso y reproducción de aves y de paso de las migratorias. aunque ya no nos crucen con la virulencia de bandos compuestos por millares de anátidas debido a que ya no tienen tanto frío allá arriba de los Pirineos por el consabido cambio de clima.

No hay mal que por bien no venga y a pesar de las pertinaces sequías, seguimos pudiendo disfrutar del mayor espectáculo de la naturaleza en el amanecer y la puesta de sol de las lagunas esteparias de la región. Lo cierto es que los humedales, con todas sus tipologías, siguen siendo campos de investigación de grandes valores científicos. Gracias a la infraestructura creada en la Red de Casas del Parque en los espacios naturales protegidos, el turismo de naturaleza, en consecuencia, sostenible y cultural, nos proporciona un valor añadido en los territorios despoblados.

Es curioso que, en esa tierra vaciada, las aves y algunos mamíferos estén más protegidos que los propios lugareños, que se extinguen poco a poco sin un plan de reproducción. No sé si ha quedado claro lo de los árboles y los humedales, pero es algo en lo que debemos centrar una buena parte de las políticas territoriales siempre que además de turistas y naturalistas siga formando parte de los valiosos ecosistemas y hábitats el género humano con sus labores y apriscos.