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Está Castilla y León, al menos formalmente, de enhorabuena por el nombramiento de dos ministros de la tierra en el gobierno de la Nación. Puente y Redondo, Trasportes y Movilidad Sostenible, e Igualdad. Dos carteras relevantes, la primera con más peso económico que la segunda, y ambas con una elevada carga política y electoral. La segunda, sin duda, de sesgo más (forzadamente) ideológico, aunque la ya exconcejala del Ayuntamiento vallisoletano guiará su actuación, cabe esperar, por senderos de mayor sensatez, lo que permitirá, además, conseguir más eficacia en aquellos aspectos, que se miren desde el lado que se miren (en esta política estrábica que padecemos), requieren la intervención de la administración para perseguir conductas que no respeten la igualdad, en derechos y obligaciones, entre hombres y mujeres.

Con Puente, en las formas y en el fondo, no se puede, racionalmente, esperar más de lo que hasta ahora se ha conocido de él en la política municipal. Ruido sin nueces, algo lógico cuando se piden peras al olmo. Es decir, que será suficiente si no enfanga los contenidos de su ministerio en cuitas, peleas y riñas verbales sin ton ni son, y gastos superficiales, sin efectos de beneficio tangible para los ciudadanos.

Nunca destacó en compresión lectora (le costaba mucho seguir el hilo en uno de los textos que le habían preparado para su declamación pública), ni en resultados cognitivos. Sí en el seguidismo de segurata a Sánchez, que ha premiado su sumisión ciega. Si bien es lógico que aún le falte tiempo para hacerse con el lenguaje propio de su cartera (aunque en circunvalaciones verbales sí que saca un aprobado, raspado), sorprenden sus aquaplaning en manifestaciones públicas, como le ha sucedido con lo de la amnistía.

Sostiene Puente que Sánchez le ha indicado que apueste por la versión de quien transformó su ciudad. Y no por quien hizo un pleno al 15 en descalificaciones y carencias de educación social. En Vigo quizá cuele. O en Sevilla. O en Gerona. Pero en Valladolid la única transformación que se vivió con Puente fue la de crear atascos innecesarios con la excusa de unos carriles bici, bus y taxis, a los que nadie hace ascos, pero que no deben colisionar frontalmente con el vehículo más usado por los ciudadanos. Y que más impuestos paga y más puestos de trabajo crea. La última trasformación de Valladolid fue obra de León de la Riva. Quien, además, le puede ayudar para que su ejemplo con el embarazo no termine en un aborto semántico, sintáctico y gramatical. Lo demás, propaganda.