Saber decir no
DE LA MANO de mi conciencia como ciudadano libre acudí a la manifestación de ayer en la plaza Mayor de Valladolid. Un trayecto corto en lo físico, un camino imprescindible en lo ético. La democracia y nuestra Constitución exigen dar pasos. Sin titubeos en su itinerario. Con direcciones prohibidas: igualdad de los españoles, división de poderes… Y muchos callejones oscuros por los que transitan para quienes la política es un negocio, no necesariamente monetario. Aunque también.
Ha sido la segunda manifestación a la que he asistido en toda mi vida. La primera fue con motivo del asesinato por ETA de Miguel Ángel Blanco. Los hoy socios del PSOE decidieron que había que arrebatarle la vida al joven en un proceso diferido. ¿Por qué no aumentar el dolor?, pensaron los de EH Bildu en su etapa anterior. Ahora, que los votos les resultan más eficaces que los disparos, han apartado los cadáveres de la mesa para hacer sitio a un desconocido pacto.
Así que, ajeno a siglas y algoritmos ideológicos, me planté allí. Para decir no. Para suscribir mi compromiso de moral social diciendo no. No a una nación asimétrica, no a las leyendas de comunidades históricas y otras menos, no a que los jueces sean juzgados por nuestra mediocre clase política cuando sus sentencias no convengan a la mayoría parlamentaria. No al fascismo Premium de los nacionalismos, nutrido con su primigenio y congénito supremacismo.
Ahora que el PSOE ha demostrado su buen hacer en el respeto del medio ambiente y la sostenibilidad llevando a (casi todos) sus afiliados por las Cañadas Reales de la demagogia (o Sánchez presidente o fascismo, curiosamente cuando se apoya en él para seguir en la presidencia del Gobierno), para que exhibieran su carné lanar (mezcladas churras y merinas), ahora, digo, es oportuno saber decir no. Y decirlo alto y claro.
Si ha de morir (no les caerá esa breva), que nuestra democracia lo haga de pie, no arrodillada frente al fascismo. Este momento, era previsible, iba a llegar. Es tiempo de voltear la nomenclatura, quitar la capucha a las palabras, esas que han encadenado a tanto lelo, ignorante, rencoroso retroactivo de la Guerra Civil, de su ubicación social y geográfica, listillo y hacedor de propaganda.
En nuestra tierra, esperamos, por fin, un Gobierno regional que rompa su techo de timidez. Una batalla legal y corajuda. Sin duda, Luis Miguel González Gago, por convicciones, formación y cargo, es la persona adecuada. De frente y por derecho. Para decir no como el mejor compromiso con nuestra tierra y nuestras gentes.