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Antonio Piedra

Cunde el pánico por la Ley de bienestar animal

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Cunde el pánico por la Ley de bienestar animal en vigor desde el 29 de septiembre. Los que tienen animales de compañía no saben qué hacer. Se trata de una ley paralizante que convierte a los dueños de mascotas en sospechosos de maltrato animal, y en objeto de multas descomunales. A una vecina mía –viuda, con pensión mínima, y que tiene 5 jilgueros verderones, a los que llama «mis carusillos»–, ya le han llegado picoteos. Se pregunta como dilema existencial: «¿Tengo que darles de alta, hacer un seguro de alto riesgo por alborotadores, practicar un raspado en la siringe, o soltarles para que con la primera helada se mueran de frío en el parque?». Ni idea.

Tal vez tenga que hacer como los quintos de Manganeses de la Polvorosa (Zamora) con el tradicional «salto de la Cabra». La vieja tradición, que lanzaba una cabra desde lo alto de la torre, y que caía en una manta o en una lona sostenida por esos quintos para evitar daños físicos y psíquicos al animal, ha sido sustituida por un peluche encabritado. Conclusión, que ya no hay quintos ni visitantes. Qué maravilla ver, desde 2023, jaulas con peluches verderones con inteligencia artificial todo el año y a todas horas.

Bien está que no se maltrate a los animales y que haya leyes que lo eviten. Lo que no se entiende es que los políticos del sanchismo –travestidos de psiquiatras animalistas con torniquete y afán de transgénero militante– hagan una ley imposible de cumplir, y que se convierta en un montaje social populista, plagado de comisarios que tienen que justificar un chiringuito para ejercer la cacería del hombre o de la pobre mujer que tiene un jilguero verderón como alegría de la vida y preservación de algunas especies. Tiranía animalista del Sánchez más alimañero y montaraz.