Vázquez, agradecido con Igea
el consejero de Sanidad, Alejandro Vázquez, un tipo, en el buen sentido de la palabra, bueno, tiene la suerte de cara. Y la obsesión por la espalda. Igea ha colocado al burgalés en el epicentro de sus obsesiones. Al mismo que en su época de parlamentario le correspondió defender, desde la bancada del PP, por disciplina, lealtad y honestidad, las indefendibles decisiones de su antecesora, Verónica Casado, que no era otra cosa que la subcontrata de Igea en la parte sanitaria del fallido gobierno de coalición, que afortunadamente Mañueco mandó a hacer puñetas a mitad de temporada por la salud de todos nosotros. No hay nada más eficaz para progresar en política que lograr ser objeto de las inquinas del tipo este, que es un sumidero de odio, rencor y revanchismo. Comparados con él, los Izquierdo en Puerto Hurraco son poco menos que un berrinche.
Sin ir más lejos ahí está el elocuente caso del actual alcalde de Valladolid, Jesús Julio Carnero, otra de las buenas personas que habitan en la política. Se puso a piñón Igea contra él en campaña, por pura inquina y envidia insana, que es lo único que motiva al gachó. Acabó de alcalde. La suerte de Carnero fue el infortunio de Óscar Puente, al que llamó Igea «macarra de barra de bar» en uno de esos alardes de fina y educada crítica a la que el tanto alude para su persona. Se puso a apoyarle, a Puente, contra Carnero y lo descalabró vivo. Es importante en Castilla y León que jamás hable bien de uno Igea, porque va a la fosa. Es importante que te ponga pingando, porque la proyección es imparable.
Ahí esta también el caso de Mañueco. Alejandro Vázquez puede vivir despreocupado. A este paso, acabará de secretario general de la ONU. Está a dos groserías de Igea de conseguirlo. Vázquez debería corresponderle con la amabilidad que le caracteriza y enviarle una cajita de Vega Sicilia en un gesto de gallardía. Y Carnero, si no lo ha hecho, también. Que las encarguen juntos, que igual les hacen precio.