La política más miserable llega a las Cortes de la mano de Igea
La política más miserable que se recuerda llega a las Cortes de Castilla y León. Y lo hace de la mano de uno de sus ilustres, el solitario procurador de Ciudadanos, un partido extinguido en Castilla y León, Francisco Igea. Lo hace el que fuera vicepresidente de la Junta contra el que fuera uno de sus compañeros del PP. Eso sí, sucesor en Sanidad de la que fuera su protegida y tutelada Verónica Casado. Igea siente odio por el consejero Alejandro Vázquez. Su constante persecución parlamentaria hace tiempo que ha dejado en evidencia esa obsesión. Seguramente porque cree que Vázquez ha usurpado un departamento que él creía su cortijo en los tiempos de Casado, que estaba pero no oficiaba. El caso es que esta vez Igea, experto en insinuaciones insidiosas contra quien no piensa como él, asume sus sermones y le ríe las presuntas gracias, ha ido demasiado lejos. Nadie había ido tan lejos en los 40 años de ese parlamento.
Igea, a raíz de una comisión parlamentaria, publicó un tuit recriminando a la Junta su falta de compromiso contra la obesidad. Y lo ilustró con una imagen del consejero Alejandro Vázquez en un ejercicio desagradable y bochornoso de mofa en su obsesiva animadversión. Vázquez, un médico educado y un político prudente, sereno y sensato. Ni le respondió. Pero las redes se encendieron indignadas contra Igea. Hasta tal extremo está clara la intención ofensiva del tuit contra el aspecto físico del consejero que el propio Igea tuvo que rectificar e intentar justificarse con que él tuvo que perder diez kilos cuando le diagnosticaron una diabetes. Podía haber ilustrado el tuit con una foto suya antes de perder esos 10 kilos. Pero no, usó una de Alejandro Vázquez para intentar mofarse y reírse de él en lo que él presume que es un ejercicio de sarcasmo e ironía. Porque él se cree Quevedo, además de dios.
No se sabe cuándo perdió Igea esos 10 kilos que dice. Pero lo que sí se sabe es que hace mucho que perdió la decencia política. Ahora también ha perdido definitivamente la dignidad, quien tanto se indigna con las críticas que recibe por parte de parlamentarios de VOX. Nunca nadie había llegado tan lejos. Y menos contra un antiguo socio de gobierno, además de compañero de profesión. Porque Igea es médico, pero el hipocrático hace tiempo que lo tiró por el retrete. Y su profesión agravaba todavía más la mofa sobre una enfermedad. La enfermedad de Igea se llama rencor, odio e inquina. No debería haber sitio en un parlamento para alimañas envenenadas de frustración. Veremos si el conjunto del arco parlamentario está a la altura en el escarnio de un comportamiento que está a orillas del fascismo y fuera de toda convivencia.