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El expresidente de IGP Morcilla de Burgos, Roberto Da Silva.- E.M.

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¿QUIÉN NOS IBA A decir que un tipo sano, bonachón, socarrón, generoso emprendedor, innovador y espabilado albergara un fascista en sus tripas? Pero un fascista desaliñado, bravucón, ensoberbecido, grosero y grotesco. Esparrancado en radio involución va y suelta toda la mierda fascista que llevaba en las tripas. Con lo bien que estaba haciendo morcillas o friendo espárragos. Para lo ágil que siempre se ha ofrecido el tipo, lo lento que ha estado para disculparse y rectificar la sarta de mamarrachadas que soltó sobre las fosas franquistas, los asesinados en ellas y sus familiares. Porque en España, estimado Roberto Da Silva, también hay desaparecidos. Eso no es patrimonio exclusivamente de Argentina, Chile o Uruguay. Esa infamia del fascismo recorrió medio mundo. El fascismo incoloro, ya sea de Pinochet o del fascista colorao Fidel Castro, a los que Dios no tendrá en su gloria, pero sí el diablo en sus oraciones. El morcillero Da Silva, un genio con el embutido burgalés y los fogones, debería replantearse la imperiosa necesidad de ser contertulio de nada. Para opinar son necesarias dos cualidades imprescindibles. Saber escribir si se escribe o saber hablar si se habla. Y, esencial, tener opinión. Porque sucede que hay gente que carece de opinión y todavía no lo sabe. De ahí que salgan columnas o tertulias huecas, en el común de los casos. O, por el contrario, una sarta de mamarrachadas como las que profirió el célebre Da Silva, al que además, se le ve gustándose en el vídeo en el que expresa toda la podredumbre que llevaba dentro el pobre. De ser el morcillero más afamado de Burgos, por su virtuosismo tanto en la cocina como en la elaboración, se ha convertido en una especie de trinchera neuroanal. Todo el mundo tiene un mal día. Da Silva ha tenido el mal día del siglo. Tápate una temporada a ver si con suerte te alcanza el olvido que serás. O haz lo que te salga de los huevos, que es lo que vas a hacer, a la vista de la desazón que destilas.