Bomberos, una raza superior
SI HAY UNA RAZA no es la aria esa de las alimañas del nacismo y otras proles. Si hay una raza superior, que seguramente no, es la de los bomberos, que es probable que sí. Son gente normal, pero confeccionada de otra pasta, de otras convicciones y de otra generosidad que no está al alcance de cualquiera. Lo vimos en las Torres Gemelas, lo vimos en los incendios de Zamora del pasado año, lo acabamos de ver en el 32 de la calle Goya del vallisoletano barrio de La Farola. Sin desmerecer a nadie, entre estos tipos y yo hay algo personal, como decía la canción de Serrat, pero con distinto sentido. Son inmensos. Inmensamente entregados y admirables. La valentía viste de uniforme. Lleva casco. A veces manguera. Y no se ahoga ni en las entrañas de una bestia de ardientes dentelladas. Eso es mojarse y jugarse el pellejo bajo el uniforme. Les curte la humildad y una timidez que espanta. Sin desmerecer a nadie, Valladolid es afortunada por muchas cosas. Una de ellas es que tiene uno de los mejores departamentos de bomberos del mundo. Por eso son los que salen pitando a las tragedias internacionales a buscar supervivientes entre los escombros. Revestidos de una humildad insultante. Poco que ver con la altanería con la que se desempeñan algunos de sus compañeros de la Policía Municipal, contaminando con su engreimiento y ensoberbecimiento al conjunto del cuerpo. Eso sí, con la condescendencia pusilánime de los jefecillos, que obran el encubrimiento intolerable para que la chulería se crezca en vez de ser doblegada. El encubrimiento es el mal más dañino. El encubrimiento alimentó, protegió y expandió los abusos sexuales en el seno de la Iglesia, esa lacra que acabará por arruinar la fe. Sin encubrimiento los abusos no se hubieran expandido como el cólera a lo largo de décadas y archidiócesis. Bomberos es lo que necesitamos. Más bomberos. Ysi son como los de Valladolid, en manadas. Sólo la humildad es capaz de sofocar la soberbia. Bomberos.