Tras la tempestad llega la playa
TRAS la tempestad electoral llega la playa. Después del tute que se han dado los políticos, que, en un grueso importante, trabajan 15 días cada cuatro años a no ser que a Pedro Sánchez le dé por perpetrarnos unos comicios en julio, ahora van a ir a reposar una quincena a la orilla del mar, o donde les guste orillarse. Volverán tras la Virgen de agosto para recoger las credenciales que les dan derecho a sueldo generoso, iPhone, iPhad, 3.000 pavitos en tarjeta para taxis al año y acceso por la jerola a las autopistas del peaje ese que quieren extender a la autovía para todos, pero no para ellos. Resumiendo, toda esa mochila de prebendas que va con el escaño por no pegar un palo al agua, más allá de acumular iniciativas entre varios para hacer estadística y que parezca que hacen algo. Ahora calma. Sólo quedarán de guardia en Génova y Ferraz los jefes, que no son muchos para ir pastoreando la investidura, que tras la derrota se le ha puesto de cara a Sánchez, ese minino político de 14 vidas y 500 noches. El resto, a la playa. No va a ser ni ‘Verano Azul’ ni el ‘Verano de Camy’. Se va a parecer más a la mítica cinta de Verano del 42, con su descomunal banda sonora en blanco y negro. Y, quietos, que el clima es cambiante y sofocante, pero lo que no hay es cambio climático que pueda con el veranillo de San Miguel, a finales de septiembre. En Génova para entonces el cuello de la camisa va a apretar lo suyo. En lo de las Cortes de aquí, pues idem de lienzo. Decretó Carlos Pollán hábil el mes de julio, que es lo mismo que si lo hubiera declarao inútil porque no la han marcado, por mucho que intentaran disimular con alguna comisión para que alguno se hiciera un vídeo para el Twitter, ahora que no le hace caso ni Inés Arrimadas, que se largó con viento fresco. Los partidos han mandado calma y todos a la playa, que es donde mejor están las huestes para no incordiar. El PP de Feijóo nunca olvidará el sueño de una noche de verano, acunado por Muchapila, el demoscópico.