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LAS PROSPECCIONES electorales frecuentemente encuentran más virtud en las sensaciones y síntomas que en las excavaciones demoscópicas. Y si el PSOE ha puesto todos los huevos en la cesta de la manoseada foto de Feijóo con el narco Marcial Dorado es que la tortilla de las urnas no le pinta nada bien. La instantánea, que incomodará de por vida al dirigente gallego, la amortizó políticamente ya Feijóo a golpe de  mayorías absolutas, miña terra nai, ¡hey!  Embarcarse, valga el símil náutico, en repetir la foto hasta la saciedad a ver si brota chapapote donde sólo hay naufragio no puede ser la ultima orilla de Pedro Sánchez, si quiere demostrar que goza de más vidas que dos gatos siameses. Frivolizar con la tragedia del narco que sumió a Galicia en un pozo de desconsuelo durante los años de la fariña se antoja tan indecoroso como aludir en un ripio al criminal que descerrajó dos tiros en la nuca a Miguel Ángel Blanco. El nombre del criminal de los ripios es repugnantemente impronunciable, a decir del dolor de las víctimas. El respeto de las víctimas es no desoír a las víctimas. El respeto a las víctimas de Dorado, Oubiña, Los Charlines y Miñanco. Los años del plomo en la Concha. Heroica Consuelo Ordóñez. Los años da fariña en la ría de Arousa. Irreductible Carmen Avendaño. Todo a Txapote. Todo a Dorado. Elige bando, españolito que vienes al mundo. El de las balas o el de los fardos. Las playas repletas de camisetas con las caras de Marcial y de Txapote. Es el verano de Sánchez. La política del desprecio. Si la unidad acabó con ETA, con la droga acabó la unidad, pese a la Operación Nécora, que dio con casi toda la partida de narcos en la calle tras una vista oral que se dio de bruces con la negligente instrucción. La política ‘txapotea’ en un charco dorado de sangre, farlopa y pólvora. Podrán arrebatarle todo a las víctimas, menos el dolor. Demasiado íntimo como para esgrimirlo en un debate o en una camiseta.