Diario de Valladolid

Javier Pérez Andrés

Nadie sabe cómo ha sido

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LA PRIMAVERA. Algo tiene esta estación boreal que estimula. Dicen que la primavera es la alfombra florida de las revoluciones. La RAE dixit que es el tiempo en que algo está en su mayor vigor y hermosura. Se trata del germen de la cosecha. La que trae el pan. Tiene su propia melodía, o sintonía. Para un servidor, ‘Grândola, Vila Morena’ y el ‘Canto de Esperanza’ son dos ejemplos melódicos que vibran todavía en algunos corazones. En español y también en portugués. Amapolas y claveles. Joaquín Sabina la sigue esperando en la escalera del redil. Sergio Dalma canta que es ahora cuando los buenos tiempos volverán y cuando gira la rueda del amor. Vuelven las mariposas y regresa el zumbido de las abejas en sus panales, si antes no caen bajo las balas insecticidas y los ácaros endémicos. Pero es también el momento de admirar el jardín japonés a la intemperie, en cunetas y lindes.

No hay nada más bello que contemplar el espectáculo del proletariado de las flores silvestres. Brotan porque les da la gana, sin jardinero y sin más riego que unas pocas gotas de agua del rocío mañanero y otros sorbos robados a los monótonos aspersores. Rivalizan con el mismísimo arcoíris. Deberían incluir su contemplación en todas las guías de naturaleza del turismo de interior. Y el guía, o monitor medioambiental, en su turno de guardia, advertirlo a todo el mundo: «Ahí tienen ustedes un milagro de la naturaleza, en pleno cambio climático, en plena crisis medioambiental». La resistencia de los colores y las fragancias libertarias. Sin amo. Sin cercas. Y no se te ocurra arrancarlas porque son efímeras, se marchitan como los sueños. Este año nos encontramos ante una primavera machadiana. Ha venido y nadie sabe cómo ha sido. Tan rápido, tan acalorada. Don Antonio Machado se hace niño en estos versos.

Qué pena que solo sea poesía. Pues anda revuelto el personal en periodo de promesas que no habrán de cumplirse, que es la máxima electoral. Pero la verdad es que algo tiene este tiempo templado que confunde. Sin agua, sin euros, con crisis y sequía pertinaz y, sin embargo, el albero lleno, la terraza a tope, el mesón sin mesa y la plaza del pueblo a rebosar.

No hay billetes de avión ni habitación de hotel. Todo reservado. Y bien pagado. Todos ricos. ¿Dónde están los pobres? Voto a Dios que hay primaveras raras. Esta que nos calienta va camino de convertirse en un cruel trampantojo. Habrá que esperar al otoño para medir la temperatura del común después de este incomprensible dispendio. No sé ustedes, pero servidor tiene la sensación de vivir en una gran hermana mentira donde el común se duele, pero, a la vez, sonríe y se divierte. O se engaña. Vaya usted a saber…

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