Diario de Valladolid

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VAN CASI MIL. En cuanto las audiencias se pongan las pilas –entre ellas algunas de Castilla y León– y actualicen sus cifras reales como debe ser, ese casi se convertirá en mil y pico con pala y azadón, y en una acusación demoledora contra el Gobierno Frankenstein que aprobó por unanimidad la nefasta y perversa  Ley del sí es sí. Qué prepotencia, qué malversación del pensamiento y de las rectitudes, qué paripé al alza de las apariencias más deleznables en democracia: yo mando, yo legislo, yo digo qué es bueno y qué malo, qué democrático y qué fascismo, qué biología y qué fantasía, qué insolencia y qué degradación. Simple totalitarismo sanchista para pescar truchas con una cesta de mimbre en un río de progreso en el que el agua siempre baja turbia. 

Pensaron que, al parar el reloj de las cifras de amnistiados y de las rebajas de condenas –como hicieron antaño con la ocultación de los números y de los muertos durante la pandemia–, se acabaría la rabia de los violadores y asesinos contra las pobres víctimas. Pero no señor. Hay ocultaciones que es muy difícil burlar y blindar con parones de política infame. Su repugnancia sobrepasa los linderos discrecionales de lo políticamente correcto. Es un escándalo de esos que ni ataja el fuego ni lo apaga. Sólo un Gobierno que abusa del decreto ley como el de Sánchez,  puede actuar con la impunidad que ya denunciaba Gracián en El Criticón: «Quien no tiene vergüenza, todo el mundo es suyo».

Como así lo pensaron, así lo hicieron hace nada. Ahora, trastornados por las encuestas de las elecciones que van cuesta abajo,  quieren rectificar, poner ya mismo un parche allí donde una ley ha decretado tanto cuajo y malicia. Pues «que te vote Txapote», bonito.

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