Diario de Valladolid

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Normalísimo. Y es que las cosas nunca suceden por casualidad. Ni siquiera en Castilla y León, que parece hasta mentira. Si tienes en tu dormitorio una foto de la Pasionaria para soñar con sus pendientes de azabache y hacer poemas a las seis de la mañana al despertar, si admiras al criminal Putin hasta el extremo que consideras un derecho natural que invada naciones y bombardee poblaciones civiles hasta el exterminio, si guardas como un tesoro los recortes de prensa de ETA para descorchar una botella de champán a cuenta de sus hazañas, y si lees habitualmente el diario cubano Granma como información básica del terror, no hace falta que tengas, oficialmente, el carnet del partido comunista de aquí o de allá, ni que pertenezcas de facto a la Stasi alemana, a la Lubianka soviética, o al Servicio de Información cubano,  con nómina mensual. Ya eres, y a diario, un terrorista internacional en ciernes. Al menos, la formación la tienes, y sólo te falta un puntico de audacia y de lógica revolucionaria, y ¡zas!

Pues esto tan sencillo y congruente –nada de improvisación– es lo que le ha pasado a Pompeyo González, vecino de Miranda de Ebro, y ex funcionario del Servicio Vasco de Salud-Osakidetza. Un día, con 74 años a las espaldas, quiso hacer la revolución por su cuenta –o inducido vaya usted a saber por quién–, siguiendo con fidelidad los estándares actualizados del marxismo-leninismo. Total, que decidió convertir su casa en la ferretería del terror, y se dedicó a mandar explosivos a medio mundo por una razón: delenda est Ucrania, hay que destruir a Ucrania. 

Lo demás, digan lo que digan ahora, se reduce a facturas de Amazón para adquirir tornillería y demás elementos, y a consultas por internet para realizar una detonación limpia, efectiva y sin rastros. Así que no le des más vueltas, oh Marlaska, que entre camaradas anda el juego.

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