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JAVIER RAMÍREZ UTRILLA

Legitimidad democrática

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EN ALGÚN momento deberíamos plantearnos hasta donde podemos estirar el chicle de la legitimidad democrática. ¿Puede un Gobierno hacer cualquier cosa por el hecho de haber sido elegido democráticamente?. No es por exagerar pero no olvidemos que Hitler fue elegido libremente por el pueblo alemán en unas elecciones democráticas y fue precisamente esa supuesta legitimidad democrática el principal argumento para su defensa en los juicios de Nüremberg.

La legitimidad democrática debe tener límites al igual que los tiene la propia democracia en defensa propia. De lo contrario ¿qué pasaría si una mayoría de ciudadanos eligiera libremente en unas elecciones un régimen no democrático?  Igual que las democracias occidentales impiden concurrir a las elecciones a partidos que no defiendan valores democráticos quizá deberíamos impedir también en España que se presenten a las elecciones partidos que no comulgan con los valores de la Constitución, empezando por la integridad territorial del Estado. Si admitimos límites a la voluntad mayoritaria expresada democráticamente para algunas cosas, deberíamos poder admitirlos para otras.

El caso es que si analizamos las medidas adoptadas por el Gobierno de España en la actual Legislatura podemos comprobar que gran parte de ellas (como las que venimos padeciendo recientemente sobre la malversación, la sedición, la Ley trans, la Ley del “solo si es si”…) se deben a la voluntad de grupos minoritarios que son los que están marcando la acción de Gobierno a la mayoría de los españoles. Son medidas transcendentales para todos los ciudadanos  impuestas por fuerzas como Podemos y ERC que no representan, según las últimas elecciones, ni al 15% de la población. Una situación absurda en la que la voluntad de la minoría se impone a la de la mayoría en función de un sistema de coaliciones basado en un concepto erróneo de legitimidad democrática. El que vota al PSOE es porque quiere que gobierne el PSOE, el que vota al PP es porque quiere que gobierne el PP y el que vota a Podemos es porque quiere que gobierne Podemos. Todo lo demás son componendas parlamentarias supuestamente democráticas que desvirtúan la voluntad mayoritaria. No puede ser que el 15% de la población imponga su voluntad al resto. No tenemos mucho que envidiar a nuestros vecinos franceses pero el día que imitemos su sistema electoral se acabarán gran parte de nuestros problemas políticos. Y entretanto, tampoco estaría mal que a los partidos que quieran  presentarse a las elecciones generales se les exigiera cumplir la Constitución en sus propuestas. No es mucho pedir.