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Javier Pérez Andrés

“Trenicidio” en la Vía de la Plata

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Vía en vía muerta. Sin plata. Así, como suena. Secuencia triste de abandono ferroviario. Hierbajos, hierro oxidado y estaciones cerradas. Melancolía. Creo que son pruebas suficientes del “trenicidio” con el que hemos ejecutado al tren que silbaba por la vieja arteria hispana, desde aquel año de 1896, inaugurada con banda y todo. Aquel tren que rodaba por la vía que fuera columna vertebral, trasiego del sur al norte por el oeste peninsular, sendero protohistórico, paso medieval, BaLaTa musulmana, calzada romana, Camino a Santiago y cañada real… Se nos muere con todo ello. La hemos matado. En la memoria, en blanco y negro, tenemos todos el tren de Plasencia a Astorga. El hierro, antes que el asfalto, dio sentido a esta vieja vía de penetración. La matamos entre todos. A estas alturas del texto ya habrá saltado el listillo: “¿Y la autovía de la Plata qué?” Pues eso, muy bonita, muy señalizada, muy rápida, muy impersonal e inculta. Ni un puto miliario en su iconografía ni una alusión a las mansiones romanas que dieron nombre a Cáceres, Zamora, Salamanca, Cáparra, Benavente, La Bañeza… ni a los pastores trashumantes. La hemos matado muchas veces a esta vía. En el 85 nos bajaron del tren, en el 95 cerraron el paso de mercancías y en el siglo XXI, tras resucitar el Camino del Santiago del Sur por la Vía de la Plata (más tarde mozárabe-sanabrés),hemos abandonado a sus peregrinos, borrado sus flechas amarillas y hemos dejado de rescatar miliarios. Y lo peor: hemos ninguneado a los 55 pueblos (núcleos de población, mansiones históricas, aldeas, ciudades) que siguen fieles al trazado de la documentadísima calzada romana “Iter ab Emerita Asturicam” (Roldán Hervás 87) e Itinerario 22 (Antonino Caracalla siglo III). Y ahora, el mismo de antes espeta: “¿Y la Ruta de la Plata qué?” Pues bien, gran ruta contemporánea de Cádiz a Gijón pasando por Sevilla y por León. Rentable universo geográfico turístico y cultural. Pero un servidor es más de pastores y vaqueros, de miliarios, de calzada con su capita de “summum dorsum”, de camino enlosado, BaLaTa, como escribió Torbadosobre la palabra, nada que ver con las minas. Y, por supuesto, un servidor está con las cámaras de comercio del oeste peninsular que reivindican la vuelta del tren por la nueva acuñación viaria: el corredor del oeste ibérico. Sería un buen momento para demostrar la fuerza cameral y su aportación al desarrollo territorial. Nuestra vía está en manos de las cámaras. Curiosa paradoja.