Diario de Valladolid

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SE VAN ACERCANDO las elecciones y pronto empezarán a aparecer por todas las sedes provinciales de la región los verdaderos y auténticos fijos-discontinuos de la política profesional. Fijos porque llevan ocupando puestos de salida en las distintas listas electorales prácticamente desde que tienen uso de razón aunque, en algunos casos, eso no sea decir mucho. Y discontinuos porque aparecen sólo cada cuatro años volviendo a desintegrarse políticamente pasadas las elecciones. No se sabe bien dónde van ni qué es lo que hacen en esos intervalos de tiempo entre elecciones pero resulta enternecedora esa fidelidad plurianual inquebrantable adornada de abrazos, sonrisas y halagos que desbordan sinceridad.

Pronto empezarán, si no han empezado ya, las visitas casuales a las sedes, la organización de foros de consumo interno, la asistencia a actos para dejarse ver, los encuentros casuales con el Presidente y, por supuesto, la asistencia a la cena de Navidad que este año estará hasta arriba. El espíritu navideño obra milagros. Para que luego digan que los fijos y discontinuos no trabajan o que no tienen carácter indefinido. Indefinido con mayúsculas y en todos los sentidos no sólo en el temporal.

Lo cierto es que, desde el punto de vista estadístico y para el resto de los mortales que trabajan de verdad, la figura laboral de los fijos-discontinuos distorsiona claramente la realidad de nuestro mercado de trabajo. Se ha discutido mucho sobre su carácter a efectos de cómputo estadístico y su impacto en términos de temporalidad y precariedad pero debemos evitar la tentación de pretender cambiar la realidad a través de la estadística. No hay más que leer los últimos informes de Cáritas para ver que, con frecuencia, la realidad va por un lado y la estadística por otro. Según estos informes en España hay 2,7 millones de jóvenes entre 16 y 34 años afectados por procesos de exclusión social intensa mientras los dos últimos meses se han cerrado con bajadas históricas de los datos de paro. Las estadísticas de desempleo permiten sacar pecho al Gobierno exhibiendo una actitud triunfalista por las políticas de empleo mientras que, según Cáritas, tres de cada diez familias se han visto obligadas a reducir los gastos habituales en alimentación, ropa y calzado y casi dos millones de hogares dependen económicamente de una sola persona en situación de inestabilidad laboral grave. La estadística no puede cambiar la realidad por mucho que la maquille. O Cáritas es muy exagerada o los fijos y discontinuos nos la están colando.

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