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Nueva campaña contra la agricultura española. Se publicó el lunes pasado. Según la información, la European Food Safety Authority –la EFSA para los entendidos, o lo que es lo mismo, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria para que se entere la gente normal y sobre todo los agricultores de Castilla y León– los autócratas de Europa la han cogido esta vez con el vino. Dicen que no es bueno para la salud por culpa de «los sulfitos». 

¿Y qué son los sulfitos? Pues un aditivo conservante, derivado del óxido de azufre que, según los expertos, «se generan de forma natural en el proceso de fermentación de las levaduras del vino», y que es «inofensivo» en cantidades bajas. Encontramos sulfitos en las hortalizas, frutas, pan, queso, conservas, en los productos cárnicos y en los del mar. 

¿Cuál es el problema? Eso quisiera saber yo. Dicen los burócratas de la UE que ellos tampoco están seguros, pues no han «podido confirmar los efectos nocivos para la salud». Pero por si acaso se han lanzado a la yugular de los productores del vino por lo que ya decía el previsor del Guzmán de Alfarache: «En el hato está el lobo». Para estos bárbaros posibilistas la agricultura española es un hato en el que pastores, ovejas y viñedos son todos lobos-lobitos con sulfitos por encima de los estándares permitidos por la EFSA. Inaceptable. Y claro, quieren acabar con el hato, arrasarlo, y se acabó la rabia del sulfito. Asunto muy viejo. En 1949, Heidegger –alguien nada sospechoso– lanzó esta andanada contra los sulfitos de los autócratas: «La agricultura es, ahora, industria alimentaria motorizada; lo mismo, en esencia, que la fabricación de cadáveres en las cámaras de gas y en los campos de exterminio, lo mismo que los bloqueos y la rendición por hambre de países enteros, lo mismo que la fabricación de bombas de hidrógeno». Tomen nota.