Diario de Valladolid

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Cipión y Berganza - perros de la novela de El coloquio de los perros de don Miguel de Cervantes - eran casi humanos, porque hurgaban en la agitación que suele emocionarnos. Y lo indico así, porque Berganza dijo que ha habido perros tan agradecidos que se han arrojado con los cuerpos difuntos de sus amos en la misma sepultura y que otros han estado en la sepultura sin comer ni beber hasta que se les acaba la vida. Reconozco que eso es amor y gratitud si es que los perros aman, o apego a la vida suculenta que el amo les brindó.

Eso, salvando las distancias, es lo que debió ocurrirle a Felipe González cuando el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, organizó en Sevilla ese festival de tercera, medio improvisado, para celebrar el 40 aniversario de la victoria de PSOE; en el que entre otras cosas se dijo que ese era el partido del valor de la democracia… Y no digo que el PSOE no haya detentado esos valores durante etapas felipistas, cuando los españoles convivíamos sin reproches. Y es que ya habíamos oído decir al propio González, pocos días antes, que lo de la Ley de la Memoria Democrática no le sonaba bien. O cuando ofreció una lección sobre la transición, una clase de concordia y unidad entre españoles ante el propio presidente. Tanto fue así, que hasta algunos de los suyos le recriminaron que estuviese haciéndose de derechas. Pero saboreó los “raquíticos caramelos presidenciales” y alteraron tanto su proceder que regresó al redil para postrarse al lado de la tumba política de Sánchez, sin comer ni beber, como los perros de Berganza ¿Lo hace por si acaso investigan los GAL? Debe saber Felipe que siempre te traicionan los cercanos, traicionan los traidores… Sin embargo, a esa celebración sevillana no acudió Alfonso Guerra y no se le esperaba. Tampoco debió ir Chaves, aunque estaba invitado y también condenado por el turbio asunto de los ERE de Andalucía. Puig tampoco fue, cumplía obligaciones, eso dijo. Y, de ese modo, la improvisación y el narcisismo contribuyeron a que la fiesta de autobombo fuese insignificante. Y Felipe tragó su caramelo y vuelve a ser de izquierdas. Sanchita, por si acaso.

Pero surgen otros personajes tradicionalmente de izquierdas que se han  atrevido a hacer declaraciones. Rompió el hielo Joaquín Sabina al decir que ya no es tan de izquierdas, porque tiene ojos, oído y cabeza para ver lo que está pasando... Y otros vendrán, porque este es un principio de principios, no lo duden. Cuando el barco se anegue incluso a Felipe González se le ocurrirá algún modo para desdecirse de su acercamiento a Pedro. Ya se escucha el desmantelamiento. Chirría el desvanecimiento del sanchismo. Por esa razón, seguramente se han alzado otras voces, como la de Lambán que ha renegado de la reforma de la sedición o Joaquín Leguina, que ha dicho que prefiere a Ayuso.  Y mientras tanto, Pedro Sánchez no conoce de nada a Villa, si hombre, al socialista asturiano que también se enriqueció de modo fraudulento. Actúan como siempre: pelillos a la mar.                                

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