Diario de Valladolid

Javier Pérez Andrés

Puntada con hilo negro

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ESTABA un servidor, estos días, recordando con tristeza la pérdida de nuestro imperio textil y aquellos enclaves que, en tiempos, fueron hervideros de hilaturas y paños, de «La comunal» de Val de San Lorenzo (a tope este año), de las extintas mantas palentinas y de los últimos lavaderos de lana de la región –que venden a China…–, cuando me llegó la noticia del adiós de María Luisa Navarro, lermeña y burgalesa, diseñadora y empresaria, y también ribereña convencida.

De inmediato –bendito disco duro sentimental–, me vino a la memoria su taller de confección en Lerma, la última entrevista como diseñadora que le hice cuando ya sonaba Burgos en las pasarelas. Una década antes, se fraguó mi relación personal con la familia. Los Arzuaga-Navarro se cruzaban en mi camino a la orilla del Duero. Desde entonces, conservo amistad y afecto con las familias, que en el vino se prolongan ahora a su hijo Ignacio.

Fui testigo de la entrada de Florentino en el Duero. Ventajas de llevar canas en la barba. Y también de la primera viña entre encinas, en La Planta, donde despedimos a María Luisa la otra tarde, bajo la encina milenaria. Y en negro, su color favorito. Fue en aquellos años cuando, a orillas del Arlanza, me contaba Luisa su historial de trabajo duro.

«Cuando tenía 16 años me compré mi primera tricotosa industrial y con ella diseñé mis propios jerséis. Los vendía todos en la tienda de casa ante el asombro de mi padre…». Y esa joven lermeña no tardó en entrar como un huracán en aquellos emergentes mercados textiles de los 70. Intuitiva, espontánea y creativa. Una adelantada a su tiempo, me confirman colegas de Béjar, Burgos o Medina del Campo.

Casualmente, fue en esa ocasión, a mediados de los 2000, cuando puse cara a su primera creación entre las mesas de patronaje… La joven Amaya, la de ojos negros, que caminaba ya con sus diseños por las pasarelas del mundo. La moda que mamó al lado de su madre. Hoy, Amaya triunfa en las pasarelas de la cocina de vanguardia. En ella y en Nacho, se prolonga mi amistad y cariño. En fin, un triste adiós a la matriarca de los Arzuaga, tan nuestros. Tan míos. Una puntada con hilo negro, el color de las chicas de la familia.

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