Dispendios electorales
RECIENTEMENTE el Presidente del Consejo de Cuentas proponía una ponencia en las Cortes para modificar la ley electoral con el fin de reducir los gastos ocasionados por la celebración de elecciones. Sin perjuicio de lo llamativo que ya es en si mismo que sean los causantes de esos gastos los encargados de imponer su reducción, llama la atención que, con todo lo que habría que cambiar, el debate sobre posibles modificaciones de la ley electoral se centre en los gastos generados por, entre otras cosas, el envío postal de la papeletas.
Es cierto que todo lo que tiene que ver con los gastos de los políticos da mucho juego a la hora de hacer críticas de trazo grueso, pero habría que profundizar algo más diferenciando qué tipo de gastos son o no razonables. Se habla mucho de los sueldos de los políticos metiendo injustamente a todos en el mismo saco. Para empezar no es ni parecida la situación de quienes ocupan cargos políticos en el ejecutivo, en términos de responsabilidad y volumen de trabajo, de quienes cobran importantes emolumentos de la caja del Legislativo sin pegar un palo al agua, sin jefes, sin funciones y sin responsabilidades. No todo es lo mismo.
Hay muchos políticos que por sus cargos en el ejecutivo mantienen una agenda de trabajo que no les deja tiempo más que para reuniones de trabajo o actos públicos renunciando prácticamente a su vida personal y familiar. Y no digamos de esa inmensa mayoría de alcaldes que ejercen vocacionalmente sus funciones sin dedicaciones ni parciales ni exclusivas.
Otros, sin embargo, viven instalados desde hace años en el mamoneo de las dietas, las portavocías, las comisiones legislativas o las dedicaciones exclusivas del Legislativo alimentando esa imagen ya consolidada del político inútil y aprovechado. De hecho algunos veteranos que ya saben de qué va esto prefieren mantenerse en el Legislativo que cualquier Consejería con tal de no trabajar. Sin embargo y por muy impopular que suene, el sueldo de algunos políticos como el presidente de la Junta, sus consejeros e incluso los directores generales es incomprensiblemente bajo teniendo en cuenta, no ya el nivel de trabajo o la transcendencia de sus decisiones, sino el volumen de presupuesto que gestionan o la responsabilidad legal y económica que tienen y por la que en el sector privado cobrarían cinco veces más.
Generalizar siempre es injusto por lo que debemos ser algo más precisos a la hora de criticar o de solicitar cambios en la ley electoral que vayan más allá del envío de las papeletas por correo postal porque hay mucho que cambiar.