Principios tengo
YA sabíamos que la política española se ha convertido en el fiel reflejo de aquella sentencia atribuida a Marx –Groucho, no el otro– con la que advertía que "estos son mis principios, si no le gustan tengo otros". A estas alturas pedir que quienes nos representan mantengan un hilo de coherencia que soporte su propia hemeroteca resulta un ejercicio tan banal como esperar que las Cortes sean de verdad un espacio de sano debate y no de bochornoso combate. Sin embargo, lo ocurrido estos días a cuenta de la eliminación o no del Impuesto sobre el Patrimonio supera cualquier ejercicio de contorsión política conocida.
Aquel impuesto que en 2007 era para José Luis Rodríguez Zapatero "un tributo que recae sobre las clases medias, pero no sobre las más altas", que "penaliza el ahorro" y cuya supresión "hacía justicia" –como así hizo cuando llegó a la Moncloa– representa hoy para los socialistas el verdadero pilar de la lucha de clases sobre el que recae, nada menos, que el soporte de nuestro Estado del Bienestar. Para poner las cosas en su contexto, baste indicar por ejemplo que Castilla y León ingresa 37 millones de euros por este concepto y que el presupuesto anual solo en Sanidad supera los 4.300 millones. Por otro lado, al Partido Popular hay que recordarle que Rajoy tampoco quiso eliminarlo cuando pudo hacerlo, tras su reactivación en 2011, y que en comunidades donde gobierna, como por ejemplo Castilla y León, su supresión permanece en estudio, aunque más pronto que tarde habrá novedades al respecto
Ahora que, al más puro estilo de la tómbola de la feria, parece haber arrancado la competición para ver qué comunidad autónoma da más facilidades en forma de rebajas fiscales, conviene asentarse en los principios del sentido común, más que en los del populismo o los de Marx –Groucho, no el otro–. La influencia que pueda ejercer el llamado dumping fiscal de Madrid, y ahora también de Andalucía, sobre otras regiones resulta prácticamente anecdótica y, sin embargo, rasgarse las vestiduras forma parte del paisaje preelectoral que todo lo impregna. Existen instrumentos infrautilizados, como el Consejo Superior para la Dirección y Coordinación Tributaria, en el que los representantes del gobierno y comunidades autónomas deberían resolver los conflictos con pluralidad, pero aquí no se trata de resolver nada. La única y verdadera prioridad es la de tensar la convivencia para movilizar electorados; tan sencillo y dramático como eso.