Diario de Valladolid

Creado:

Actualizado:

Hartazgo. Ha vuelto mi psicólogo de vacaciones, y me llamó el sábado muy ausente y filosófico. Al oírle salté: colega, que te esperaba como agua en mayo. Sin preguntarme ni cómo estoy ni por las consultas que le debo, me espetó: hasta que empiece el otoño, este cura no quiere saber nada de nada, y menos de política. ¿Ni siquiera de tu vecino Sánchez? De ése ni el intento. ¿Y sabes por qué? Porque con ése el comer y el rascar, todo es empezar.

Y no Antonio, no. Dos veces me he topado con él en Teguise, cerca de La Mareta, y para qué las prisas en Las Palmas. En una de ellas, y porque miré de refilón al espíritu del falcon, casi me afeitan. Oye, que me pidieron la documentación por si acaso. ¡Menos mal que iba en bañador y con una toalla zarrapastrosa! Así que mis encuentros con Sánchez en la tercera fase se reducen a un consejo: carne a medio hacer, déjala cocer. Así que ni en pintura quiero saber nada de este fulano: que no, que no quiero verlo. Y como si la culpa fuera mía, me colgó sin más explicaciones.

Así que claro, con la oreja aún planchada junto al móvil, me hice la pregunta del despistado que no oye nada: pero bueno, ¿qué le pasará a Pedro Sánchez con la gente que hasta mi psicólogo –él que sólo analiza qué son las personas y qué hacen–, se imagina que está ante una representación dramatizada del Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, que escribió García Lorca en 1935 cuando un toro, de nombre Granadino, se llevó a su amigo del alma con un cornazo en la plaza de toros de Manzanares?

Yo que sé, pero lo cierto es que hablas de Pedro Sánchez en cualquier barra de bar o en el pasillo de un autobús urbano, y el bufido unánime se parece al de Granadino con una cornamenta corniancha, que Dios nos libre de estar en medio. Como yo lo llevo todo a la literatura –he sido profesor más de 40 años–, oyendo a mi psicólogo me vino de inmediato la metáfora cornicorta de García Lorca, que es la más terrible de todas ellas, y dicha en hora torera es para echarse a correr: «Ya luchan la paloma y el leopardo/ a las cinco de la tarde».

¿Anda así el panorama con este ataque de gangrena suculenta que parece la zarracina del Covid en su época de máximo esplendor? Así anda, al parecer. Y es que no hay lugar, tarde o mañana, o tema político en liza, en el que este Sánchez a secas –sin el Mejías como aristócrata del toreo–, no encube la postura letal que denuncia el poeta del 27: «la muerte puso huevos en la herida/ a las cinco de la tarde./ A las cinco de la tarde./ A las cinco en punto de la tarde». El gran Lorca qué efectista hurgando en la herida como una larva posesa.

Pero Pedro Sánchez sin Mejías no puede remediar esto, pues es connatural a su psicopatía galopante. Todo aquello que no gusta a los españoles –impuestos en barrena hasta que se fundan los plomos, una piña cerrada en torno al filoterrorismo como nuevos hombres de paz y de gobierno, o defensa a ultranza de la okupación a destajo hasta que la propiedad sea un subterfugio–, a él le encanta y, además, aplica la ortopedia frankensteiniana con delectación de tanatorio: «un ataúd con ruedas es la cama/ a las cinco de la tarde». Que no, que no quiero verlo.

Ahora el Sánchez sin Mejías acaba de poner una pica en la Colombia de Gustavo Petro, ex terrorista confeso, electo, y tercermundista. No sólo ha ido a reconocer a los terroristas de las FARC en acto de servicio, sino que ha hecho de la sangre inocente de tantos colombianos muertos una orgía de Nosferatu en versión Bob Esponja latino.

Para que la cosa parezca una epopeya de Popeye con las espinacas milagrosas que salvaban a Olivia del imperialismo opresor, Sánchez sin Mejías ha ofrecido a España como sede de las futuras conversaciones de una paz que estará más que cantada, pues serán, salvando infinitas distancias, el triste remedo de la vaca mansa que auguró García Lorca en su Llanto que no cesa: «La vaca del viejo mundo/ pasaba su triste lengua/ sobre un hocico de sangres/ derramadas en la arena». Que no, que no quiero verlo, como dice mi psicólogo.

No contento con brindar a los terroristas colombianos esta granja de bueyes castrados que es España, y como quiere que la cita de terroristas al rescate sea un «éxito asegurado» al estilo Dolores Delgado, se ha permitido incluso gastar una broma internacional de muy mal gusto: que el acontecimiento «interplanetario» y zapateril se haga dentro de los parámetros que sueña este Sánchez sin Mejías. Es decir, siendo él Presidente de la República de España, como anunciaron a bombo y platillo los pebeteros de Petro.

Las posteriores rectificaciones del Petro republicano, y las risas del Pedro Sánchez feliz como una perdiz por la jugada radical del protoculo bolivariano, no sirvieron para acallar el fondo de verdad que late bajo las chirimías de palacio. Tampoco esas cornamusas acallaron las palabras finales que al cuerpo presente de Ignacio Sánchez Mejías dedicó García Lorca: «Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!». También Sánchez huele a cadáver en un océano de gaviotas… que no, que no quiero verlo.

tracking