Diario de Valladolid

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«RÍO DUERO, río Duero, nadie a estar contigo baja, ya nadie quiere atender tu eterna estrofa olvidada». Los versos de Gerardo Diego en su ‘Romance al Duero’ resuenan con especial virulencia en días en los que la escasez de caudal se deja notar incluso desde su nacimiento, dentro de los Picos de Urbión y a 2.100 metros de altitud. El hilo de agua que desprenden las montañas sorianas de Duruelo de la Sierra representa un hito por estas fechas, puesto que lo normal es que el aspecto actual de la cuenca llegue a finales de septiembre o primeros de octubre. Una fotografía desoladora que debería servir para la reflexión de todos.

Mientras afloran las grietas en los embalses, con el peor dato en índices de capacidad de los últimos cinco años, y sin que pare de crecer el número de pueblos de Castilla y León con importantes restricciones, cabe preguntarse qué más podemos hacer para ganar eficiencia, evitar el derroche y salvaguardar el bien más preciado.

¿Nos conformamos con los habituales avisos para reducir a la mínima expresión el llenado de piscinas, el riego de jardines o el lavado de coches? ¿Basta con presentar cada cierto tiempo tímidas estrategias con gran autobombo para aliviar conciencias públicas y políticas? Si comprendiéramos de verdad el enorme problema al que nos enfrentamos, nos sentiríamos en la obligación de promover una cultura del agua a todos los niveles, desde la acción política coordinada entre administraciones (ya lo sé, es mucho pedir) hasta la planificación individual en cada hogar.

Mirar para otro lado no es una opción. No a estas alturas. No cuando sabemos que los embalses del país están al 40 por ciento de su capacidad en agosto, 20 puntos por debajo del promedio de la última década para esta época del año.

Existen en el mundo ejemplos de países que han inculcado a sus ciudadanos el respeto máximo hacia lo que consideran el oro líquido. Reconociendo que la cantidad de agua utilizada por las duchas, lavavajillas e inodoros era predecible, Israel convirtió su suministro nacional de aguas residuales en una enorme fuente alternativa. Ya a principios de la década de 1980, los israelíes habían construido un sistema paralelo de infraestructura para transportar el agua tratada a las granjas y tierras de labranza. Hoy, casi el 90 por ciento de las aguas residuales de Israel se destinan a uso agrícola. En comparación, España, que aun así es el segundo país del mundo en reciclaje de aguas residuales, reutiliza solo alrededor del 17 por ciento del total. Queda mucho por hacer.

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