Diario de Valladolid

Redacción de Valladolid

El corazón invisible

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SEGURO QUE ESTA VEZ me acusarán de materialista, capitalista, fachista, y de todos los calificativos acabados en ista. Bueno, pues allá va: el dinero es el corazón invisible que engrasa las acciones sociales, las ideologías, las actitudes personales extremas, y la emotividad de los momentos más dramáticos de la especie humana. ¿Lo dudan? Vale, pero pregúntenlo a quien no tiene dinero para pagar la casa, o para dar de comer a sus hijos. Y no lo digo teóricamente, sino realmente hablando.

Eso de rasgarse las vestiduras con poses despectivas hacia la pasta porque hay que defender la espiritualidad del mundo, se ha desvanecido en nuestro país al grito unánime de ¡Viva el Emir de Qatar! Monárquicos, monoteístas, feministas, polígamos sin frenadol, demócratas y antidemócras, independentistas, izquierdistas por el jamón caviar, y gorrillas de aparcacoches, han descubierto –oh maravilla de las maravillas– lo bueno que es el dinero para dejar propinas y para la libertad de expresión. Se acabó la hipocresía: ¡Que viva el Emir de Qatar!

Y aquí no hay más zarandajas, que ya lo dice la «Bugati» de Chanel en eurovisión: mi «problema no es monetary», «oh yeah». Pero eso sí, que nos traigan sus dólares y su gas, y que nos compren, como en la antigüedad, nuestra abrumadora deuda a cambio de esclavitud y servidumbre. En España debemos tanto, que le espanta a mi vecina Carmina: no hay quien diga la cantidad; cuando sale en la tele hay que poner tantos ceros, tantos billones y billones, que yo, Antonio, de aquí no paso porque no hago la suma ni imaginándomela.

¿Tú sabes decírmela, hijo? Y le contesté: ni yo, ni mi mujer, ni mi nieto Marquitos que es el más listo de la familia. ¿Y esto quién lo va a pagar? Lo tengo claro, Carmina. Conmigo que no cuenten, pues a duras penas llego a fin de mes con la subida de los huevos, las verduras y la carne. Sólo me faltaba que un buen día llame a la puerta un emisario de Sánchez y me diga que ponga X miles de euros para pagar la deuda. ¿Que quién lo pagará entonces? Pues el emir de Qatar, Carmina.

El problema, amigos, es que en este país, desde hace siglos, somos por definición místicos, desprendidos, generosos, y humanistas, pero todo de boquilla. De aquí que el dinero siempre traiga cola. Si tú dices que es importante, te desprecian de inmediato, pero a los cinco minutos, no más, te sacan la pasta debajo de las piedras. Del Gobierno mejor ni hablar. Son tan nobles, buenos y anticapitalistas, que del dinero sólo les importa cómo, a la chita callando, te lo birlarán para llevárselo crudo.

Lo demás son relatos de atolondramiento para pasar por el aro. Como me dedico al uso del lenguaje, sé de qué va el tema: hay que destruir ese lenguaje para quedarse limpiamente con la pasta. Reconozco que van por muy buen camino. La prueba está en el éxito cosechado por la canción de Chanel, cuya letra obedece a un claro objetivo gubernamental: que el nivel mental no supere al de una estrella de mar. Un ejemplo magistral: «Voy siempre primera, nunca secondary/ apena’ hago doom, doom con mi boom, boom/ y le’ tengo dando zoom, zoom on my yummy».

Sé que nado contra corriente, pero la cancioncita me parece fruto de un alcoholismo colectivo agudo. Con gran esfuerzo he logrado entender que su problema no es «monetary». O sea, lo contrario que mi vecina Carmina y de gran parte de España que grita ¡Viva el emir! El corazón invisible, que es el dinero, sabe perfectamente que su problema es «monetary», y bien monetary, por mucho que una señorita con estilo se despendole diciendo que «na-na-na», que ella está siempre «ready pa’ romper cadera’, romper corazones».

La letra en cuestión no es más que un test de inteligencia general de menos cero. Ahora comprendo por qué razón el Gobierno legisla «hasta el suelo -lo-lo-lo-lo» para que ningún alumno suspenda. Así todos podrán ser ministros sin oposición. Y este, precisamente, es el último y gran invento de este Gobierno Frankenstein: tener la oposición dentro de ellos mismos y eliminar la oposición de fuera hasta que sea todo marginal y de extrema derecha. Impresionante. Pobre Cicerón, Cervantes, Guillén o Miguel Delibes que lucharon tanto porque la excelencia fuera como las buenas ideas: «si excidunt, non occidunt», si nacen, no perecen nunca.

Pero están muertas y rematadas. Así que revisaré las facturas, los recibos del banco, y los problemas económicos de mis hijos. Lo veo todo muy negro como sigan tres días más en el Gobierno esta pandilla sin oposición. Y ello a pesar del «body» de Chanel, que sigue cantando el nuevo himno colectivo, graciosa, juvenil y pizpireta diciéndonos que no: que nuestro problema no es «monetary», sino hipocritary. En esto somos igual que el Emir.

Ya, pero el corazón, que no lo vemos, está ahí dentro y sigue latiendo y regulando el resto del cuerpo que, desgraciadamente, necesita un funcionamiento económico o estamos perdidos. Deja de latir y ya sabemos lo que pasa: que entonces nuestros problemas dejan de ser para siempre monetaris, oh mi «salvaje» Chachel, que ya lo tengo como una tartana haciendo «pa-pa-pa-pa-pa».

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